Seguro que alguna vez has escuchado hablar sobre la hipocondría o conoces a alguna persona de tu alrededor que se defina como tal. También existe la opción de que tú, que estas leyendo esto, pienses que puedes ser una persona con problemas de hipocondría.
Actualmente, según los datos recogidos en “Recomendaciones Terapéuticas en los Trastornos Mentales” (Editorial CYESAN), alrededor del 20% de la población tienen problemas de hipocondría. Nos encontramos así, con una problemática que es más habitual de lo que posiblemente creamos en nuestro día a día.
A continuación, en este artículo se va a abordar la etiqueta de hipocondría, a qué se refiere este término y el posible tratamiento del mismo.
¿Qué es la hipocondría?
La hipocondría, o también llamada ansiedad por enfermedad, se recoge en el DSM-5 (APA, 2013), principal manual diagnóstico, como ese miedo a la posibilidad de “padecer o contraer alguna enfermedad”.
Como se puede observar, la sobreestimación de la peligrosidad de la sintomatología que la persona puede detectar como anómala es el eje importante de la problemática. Esto puede ocurrir debido a que no es solo el acontecimiento per sé el que va a generar determinadas emociones y, por tanto, un comportamiento u otro. Es imprescindible tener en cuenta la interpretación que se pueda realizar de dicho acontecimiento. Para explicar esta idea de una forma más clara te expongo el caso de Rosa, con una interpretación desajustada y ajustada:
- Rosa lleva 3 días con dolores de cabeza intensos e intermitentes. El primer día pensó que era algo normal o esperable, pero a partir del segundo día comenzó a preocuparse ya que ella misma se decía “seguramente sea algo más grave, este dolor es indicativo de que tengo cualquier enfermedad grave…”. En este escenario, Rosa manifestará ligado a este discurso, una alta activación en su organismo, es decir, sintomatología ansiosa. Como forma de aliviar este gran malestar, Rosa puede buscar en internet la peligrosidad de ese síntoma, preguntar a allegados si es o no normal lo que le ocurre, etcétera. De esta forma, Rosa estará en contacto constante no solo con el dolor de cabeza sino con todo ese malestar que le genera la interpretación de dicho dolor.
- En segundo lugar, Rosa, ante el mismo dolor de cabeza, al segundo día puede permanecer pendiente del dolor y pensar “si persiste el dolor me tomaré un analgésico o iré al médico”. En este otro escenario, Rosa no manifestará una alta activación en relación con la interpretación de su dolor de cabeza. Vemos como aquí, Rosa no sobreestima ese síntoma y eso correlaciona con que su discurso, su emoción y su conducta sean ajustadas a la realidad.
Con estos ejemplos se pretende mostrar como la hipocondría se puede explicar como un discurso desajustado que la persona genera a partir de la observación de un síntoma en su organismo. Las personas en esta situación, es probable que, pongan en marcha multitud de conductas que tienen como objetivo comprobar si su hipótesis es correcta o no:
- Si he observado un lunar y pienso que será una enfermedad grave, miraré reiteradamente todos los días vigilando que no crezca, cambie de color, etc…
- Si he notado un bulto en alguna parte del cuerpo y creo que puede que sea cáncer, revisaré todas las páginas de internet donde me corroboren o no esa información, tocaré el bulto constantemente, etc…
Entrando en este patrón problemático de conducta, la persona aprende a hipervigilar su organismo y a comprobar y corroborar sus hipótesis “diagnósticas”. Con este patrón de conducta y el alto coste de respuesta que requiere, suele ocurrir que otras áreas de la vida de dicha persona quedan descuidadas. Este despliegue de comportamientos que podemos nombrar como hipocondríacos interfieren en gran medida en el día a día de la persona que los vive.
¿Cuál es la utilidad del diagnóstico de hipocondría?
En la definición ofrecida al comienzo se encuentra un punto interesante y es la parte de interpretación personal. Todas las personas, en algún momento de nuestras vidas podemos llegar a preocuparnos sobre si podemos o no estar enfermas. Si notamos que algo en nuestro cuerpo está “mal”, por ejemplo, una fiebre alta o un dolor intenso en la espalda, sería esperable poder buscar la atención médica requerida para obtener un tratamiento que trate esta sintomatología. Pero ¿qué ocurre cuando la forma en la cual interpretamos determinada sintomatología correlaciona directamente con pensamientos desajustados sobre nuestra salud?
- Se llevan a cabo conductas de rumiación o comprobación que se mantienen por reforzamiento positivo (obtengo información de internet, soy congruente con mi idea “tienes que adelantarte a lo que pueda ser”, búsqueda de soluciones…)
- Y también conductas de evitación o escape (posponer citas médicas aliviando el malestar a exponerme a un posible diagnóstico, evitar hacer deporte porque aumenta mi ritmo cardiaco y así alivio ese malestar de sufrir un infarto…)
Se observan diferentes morfologías de la conducta que finalmente tienen la misma función y aquí entramos en que la individualidad de cada caso marcará cuál es el mejor tratamiento de intervención.
Las profesionales de la salud mental, nos podemos encontrar en multitud de ocasiones con la etiqueta de “hipocondría” o con consultantes que tengan una preocupación frecuente e intensa sobre su estado de salud. Antes de comenzar la intervención psicológica es indispensable una evaluación de la problemática, y en los casos necesarios, se podrá pautar acudir a profesionales de medicina general para corroborar que no hay patologías orgánicas y que, partimos de un patrón comportamental problemático.
Teniendo en cuenta que es importante la individualidad del caso, ¿algo tan general como la etiqueta de “hipocondría” en qué puede ayudar?
Esteve Freixa en 2003 ya mencionó que las explicaciones circulares o tautológicas son un problema presente al hablar de etiquetas diagnósticas, por ejemplo:
- Elena está pasando una época de muchos cambios, ha perdido su trabajo por lo que tiene problemas económicos, sus padres se han mudado a otra ciudad por motivos médicos y, poco a poco, ha ido perdiendo el contacto con sus amistades. Refiere estar triste y la mayor parte del día no sale de casa, no hace planes con sus amistades y llora la gran parte del tiempo. Al buscar el diagnóstico se podría encuadrar en depresión, pero, finalmente esta etiqueta ¿qué explica?
Esta deprimida porque llora y no sale de casa y, a su vez, llora y no sale de casa porque está deprimida.
De esta forma se cae en esas explicaciones circulares que no terminan de explicar dicho fenómeno que está ocurriendo en la vida de Elena, puesto que “un fenómeno y su explicación son dos cosas distintas” (Freixa, 2002).
De esta forma, es necesario poder analizar y operativizar las conductas problemas de cualquier caso, y tener en cuenta las variables de su contexto que faciliten dicha problemática.
¿Qué puedo hacer si me he sentido identificado/a al leer este artículo?
Es normal que hayas podido sentirte reflejado/a en algún punto de la lectura y si, has identificado alguna conducta de las mencionadas aquí, que en tu día a día interfieran con tu bienestar, ponte en contacto con nosotras en ÍTACO y trabajaremos en tu caso particular.
Referencias:
Freixa, E. (2003). ¿Qué es conducta? International Journal of Clinical and Health Psychology, 3(3), 595-613.