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Qué es la incertidumbre y cómo tolerarla

Incertidumbre, es una palabra que normalmente asociamos con algo desagradable, con algo indeseable. No es raro que si nos metemos en medios de comunicación podamos ver noticias con titulares parecidos a “incertidumbre en los mercados”, “incertidumbre en política”, o que alguna vez hayamos sentido incertidumbre sobre qué va a ser de nuestra vida y nos hayamos sentido mal. Vamos a ver qué es la incertidumbre, por qué nos suele hacer sentir mal (aunque no siempre) y cómo podemos afrontarla.

Podríamos describir este término como aquello que sentimos al no saber qué es lo que va a ocurrir en una situación dada, qué resultado va a tener y cómo se va a desarrollar. Podemos añadir matices o subclases como las siguientes:

  • Incertidumbre ante una situación en la que sí tenemos capacidad de acción. Es decir, situaciones en las que sabemos que vamos a alterar lo que ocurre pero no sabemos cómo. Ejemplos de esto hay infinitos, desde qué elegir plato en un restaurante en el que nunca hemos estado, si cambiar o no de trabajo, pedirle una cita a alguien que te gusta etc.
  • Incertidumbre ante una situación en la que nuestra capacidad de acción es más limitada. Que podría ser aquella relacionada, por lo general, con factores vitales o sociales. Ejemplos de esto podría ser el diagnóstico de una enfermedad grave a una persona cercana, ver la noticia de que hay una nueva crisis económica. Ojo, en estas circunstancias también podemos hacer cosas para adaptarnos, pero el resultado de estas no se ve tan afectado por nuestras acciones.

Por lo general la sensación es una sensación de tensión, no muy específica pero que si no es hace sentir de manera incómoda. Si la situación que genera la incertidumbre es muy intensa o prolongada puede incluso hacernos sentir desmotivación o desesperanza.

Una respuesta fácil sería la de “nos gusta tener las cosas controladas” y a ver, es cierto pero… hay que desarrollarlo algo más, al fin y al cabo esto es un blog de psicología y buscamos algo más elaborado.

Parece ser que la asociación entre incertidumbre y malestar no es algo exclusivo de la especie humana. En estudios hechos con ratones, por ejemplo, se ha encontrado que estos animales tienden a elegir, sistemáticamente, aquellas situaciones en las que las condiciones son estables, incluso aunque estas sean malas. Ojito, que esto no avala el famoso dicho de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, simplemente informa de que el miedo a lo desconocido parece estar más generalizado de lo que pensábamos.

Los motivos para que ocurra este podrían ser diversos. Es posible que, muy en el pasado, aquellos organismos que se mantuvieran en entorno cambiantes e impredecibles tuvieran menos probabilidades de sobrevivir, y que aquellos que aprendiesen a temerlos y huir de ellos sobrevivieran más, dándose un proceso de selección natural. El problema con esto es que no siempre huir tiene por qué ser la mejor opción. En cualquier caso, el debate está abierto.

Aquí la respuesta va a ser “depende”. Hay que tener claro que no existe una solución “mágica” para que el desagrado que nos produce la incertidumbre desaparezca. Cuidado, no dejes de leer, la persona que escribe esto no intenta desanimarte ni quitarte las esperanzas de sentirte mejor, solo quiere destacar que el malestar que forma parte de la incertidumbre puede ser deseable en ciertas ocasiones (más adelante lo explico con mayor detalle) y, que eliminar una sensación tan aprendida a nivel evolutivo es una quimera.

Antes de hacer nada habría que evaluar qué es lo que está causando esta sensación y por qué. El tipo de trabajo que hagamos puede variar mucho en función de lo que esté pasando. A continuación expongo cuáles son las principales maneras de trabajar la incertidumbre. Todas pueden ser compatibles entre ellas y lo más común es que una persona que se proponga sentirse mejor tenga que hacer varias de estas cosas al mismo tiempo:

  • Aumentar nuestra tolerancia a esta sensación. Aunque antes haya dicho que el malestar asociado a la incertidumbre parece lo tenemos “casi escrito” en el ADN, eso no quita que tengamos cierto margen de actuación sobre ella. Así como aprendemos a tolerar otras sensaciones desagradables como el dolor, hasta el punto de que en ocasiones lo sintamos de manera mucho menos intensa, podemos reducir el malestar que nos genera la incertidumbre. En los siguientes puntos se mencionarán algunos de los métodos más comunes para desarrollar esta tolerancia.
  • Eliminar las acciones que estemos llevando a cabo para intentar eliminarla. Parece contraintuitivo pero en muchas ocasiones el intentar estar siempre alerta ante todo lo que puede pasar ayuda a que estemos más tensxs, a que tengamos más presente cada pequeño o gran detalle desagradable. Un ejemplo de esto son los pensamientos anticipatorios, si son continuos y repetitivos la ansiedad y el malestar irán aumentando.
  • Intentar alejarnos o “resolver” la situación. En algunas ocasiones lo mejor que podemos hacer es intentar alejarnos de aquello que nos provoca incertidumbre. ¿Un trabajo en el que no sabes si te van a despedir mañana o te van a cargar con más trabajo que el que tienen baños portátiles de cualquier festival? Quizá la mejor solución, a la larga, sea cambiar de sitio, mientras que a corto plazo aprendes a capear el problema como mejor puedas.
    Desarrollar habilidades de toma de decisiones o solución de problemas. Sobre este último apartado se podrían escribir varios libros, de hecho, existen múltiples libros y manuales sobre estas habilidades. Solo decir que estas habilidades permiten sentirnos más seguros/as a la hora de afrontar ciertas situaciones, así como de encontrar mejores soluciones.
  • Ajustar expectativas. En los últimos años algunas voces diciendo que si una persona no se siente segura en ciertas situaciones o siente incertidumbre está haciendo algo mal, como si sentirla fuera algún tipo de crimen. No, sentirla puede estar bien ya que nos puede informar de algún tipo de problema. El primer ejemplo que acude a mi cabeza es el de aquellas personas que reaccionan de manera explosiva y por cualquier motivo. Son personas con las que la interacción nos puede hacer sentir mucha incertidumbre, no sabemos que “botón” podemos apretar y que todo salga volando por los aires. Está bien sentirnos así porque nos motiva a actuar, de lo contrario nos mantendríamos junto a estas personas durante mucho más tiempo, con los consiguientes problemas y riesgos.

D’Amato, M. R., y Safarjan, W. R. (1979). Preference for information about shock duration in rats. Animal Learning & Behavior, 7(1), 89–94. https://doi.org/10.3758/BF03209663

Imada, H., & Nageishi, Y. (1982). The concept of uncertainty in animal experiments using aversive stimulation. Psychological Bulletin, 91(3), 573–588. https://doi.org/10.1037/0033-2909.91.3.573

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