¿Alguna vez te has encontrado dándole vueltas a un pensamiento una y otra vez? Esa sensación de estar “enganchada” a una preocupación durante horas tiene nombre. Se llama rumiación y es un proceso cognitivo muy frecuente, que puede generar un gran nivel de malestar emocional.
El pensamiento rumiativo se define como la tendencia persistente a dar vueltas a los mismos pensamientos negativos o preocupaciones una y otra vez, sin llegar a ninguna solución o conclusión. Es como cuando tu cabeza se atasca en un ciclo interminable de pensamientos que te hacen sentir cada vez más ansiosa o estresada.
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Uno de los grandes problemas de este proceso, es que te mantiene fijada en las preocupaciones y los sentimientos que estas generan sin tomar ninguna acción al respecto, por lo que dificulta que dirijas tus esfuerzos y tu concentración a hacer otras actividades más beneficiosas para ti y, a su vez, tampoco se realiza una búsqueda activa de soluciones del problema. Seguramente esto esté resonando en tu cabeza como algo que te resulta familiar… La procrastinación.
La rumiación está detrás de muchas conductas de procrastinación. Por ejemplo, cuando tienes un examen muy importante al que debes dedicar mucho tiempo de estudio, o un gran proyecto en el trabajo que requiere mucho esfuerzo. Es fácil caer en la trampa de rumiar con esta preocupación que genera tanta activación fisiológica, haciéndonos preguntas una y otra vez sobre cómo afrontarlo, pero sin llegar a hacerlo realmente. Es decir, la rumiación se convierte en una conducta de evitación para no enfrentarnos directamente a aquello que produce el malestar, en este caso, el estudio o el proyecto.
Imagina que recibes una notificación en tu calendario recordándote una reunión con tu jefe sobre un proyecto importante. Esa notificación es como una señal que te dice qué acciones debes tomar para resolver la situación. Ahora, piensa en cómo reaccionas ante esa señal. Puedes empezar a pensar en lo difícil que será el proyecto, en tus habilidades para hacerlo, en el tiempo que tienes, etc. Estas reflexiones son tus respuestas ante el recordatorio.
Después de tus respuestas, viene lo que sucede como resultado o consecuencia de ellas. Puedes decidir evitar todo lo relacionado con el proyecto para no sentir malestar. Aquí está la consecuencia inmediata de tus pensamientos. Si esa respuesta de evitación es reforzada de alguna manera, es más probable que la repitas en el futuro, sin embargo, lo que ocurrirá será que obtendrás un beneficio a corto plazo, pero a largo plazo se mantendrá e incluso incrementará el malestar.
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Como conclusión, la rumiación ante una preocupación se dispara cuando aparece algún estímulo relacionado con ella. Se activa esta respuesta y entramos en el “bucle” que nos lleva una y otra vez al mismo punto invirtiendo una gran cantidad de tiempo en ello pero sin obtener ningún beneficio. Esta conducta se mantiene debido a que se evita el malestar que genera abordar de forma directa esa preocupación, y a su vez, porque se fomenta una falsa sensación de control sobre la situación.
El pensamiento rumiativo no solo se traduce en algo molesto que nos perturba durante períodos más o menos largos de tiempo, sino que numerosas investigaciones científicas han revelado la asociación de este proceso cognitivo con problemas psicológicos de diversos tipos. Se establece como factor de riesgo para desarrollar, entre otras dificultades, depresión, por relacionarse con un bajo estado de ánimo.
Por todo ello, se hace especialmente relevante la intervención con esta problemática.
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Resulta esencial comprender que la rumiación no es un destino inevitable, sino un patrón de pensamiento que puede ser modificado y gestionado. A través del trabajo consciente y la adopción de estrategias específicas, es posible cambiar la forma en que respondemos a los pensamientos repetitivos y negativos. Desarrollar estas habilidades nos permitirá manejar de manera más efectiva los desafíos emocionales, para ello es clave reconocer que tenemos la capacidad de influir en nuestra propia narrativa interna.
Es importante que tengas en cuenta que el manejo de estos pensamientos requiere experiencia y formación especializada, por lo que si te sientes identificada con este proceso, lo mejor es que acudas a terapia psicológica para que puedan valorar tu situación y la forma más adecuada de abordarla.
Referencias bibliográficas
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