Se trata de una fábula de autor desconocido que Jorge Bucay versionó y publicó. Es un cuento maravilloso que habla de cómo aprendemos en ocasiones a tener miedos y de cómo superarlos puede estar mucho más al alcance de nuestras posibilidades de lo que nos parece.
LA FÁBULA
La fábula y el cuento pueden consultarse en internet. Aquí dejo un resumen adaptado para esta entrada:
Una niña va con su padre al circo y allí se queda fascinada por el tamaño y la fuerza descomunales de un elefante. Al salir de la carpa la niña ve al elefante que está atado por una de sus patas con una cadena amarrada a una pequeña estaca de madera. Después de ver la actuación, la pequeña no entiende por qué el elefante no se escapa, ya que la demostración de fuerza que había visto del animal dejaba claro que aquella estaca no podía ser un obstáculo para él, así es que le pregunta al padre. Y el padre le contesta que, efectivamente, el elefante podría escapar con un mínimo esfuerzo, pero no lo hace. No lo hace porque esa cadena y esa estaca se las ataron a la pata desde que era muy pequeño, tanto que no tenía fuerza para escapar. Cada vez que lo intentaba, la cadena le hacía daño y cuanto más tiraba y cuanto más insistía más dolorosa era la herida. El elefante aprendió que en esta situación hacer uso de su fuerza sólo sería para producir dolor. Y dejó de intentarlo. Ahora el elefante es muchísimo más grande y muchísimo más fuerte, pero no lo ha vuelto a intentar.
POR QUÉ APRENDEMOS COSAS QUE NOS IMPIDEN ALCANZAR NUESTROS OBJETIVOS
Es un relato estupendo que muestra con sencillez cómo aquello que aprendemos puede sernos enormemente útil en una situación determinada y convertirse en un obstáculo infranqueable cuando cambiamos de situación.
Aprendemos a comportarnos de una determinada manera porque nos es útil. Al elefante bebé le es muy útil aprender que es mejor no tirar, porque tira para escapar, pero no lo consigue. No tiene sentido ninguno seguir tirando. Es como entrar en una habitación a oscuras y dar a un interruptor que no hace que se encienda la luz, ¿cuántas veces le daríamos?, ¿para qué? Dejaríamos de dar a ese interruptor. Aprenderíamos a dejar de hacerlo porque no sirve para nada.
Aprendemos a mantenernos a salvo. Cada vez que el elefante intenta escapar se lastima. Este es un tipo de aprendizaje que, afortunadamente, se da con mucha rapidez. Si hago algo que me produce dolor, lo aprendo rápido para asegurar mi supervivencia. Si no fuera así, ¿cuántas veces habría que meter los dedos en el enchufe para aprender a no hacerlo? Todo aquello que nos ha dañado en algún momento lo vamos a tratar de evitar a toda costa.
De manera que en realidad lo que aprendemos no es algo que nos impide alcanzar nuestras metas, muy al contrario, siempre aprendemos aquello que o bien nos acerca a nuestros objetivos o bien nos aleja del dolor, sea este físico o psicológico.
Así que cuando hacemos algo que aparentemente nos está impidiendo alcanzar nuestros objetivos sería interesante empezar por preguntarnos cuáles sí estamos logrando con nuestro comportamiento.
POR QUÉ UN COMPORTAMIENTO PUEDE DEJAR DE SER ÚTIL
La clave de esta fábula está en el cambio de situación; el elefante ahora es mucho más grande y fuerte de lo que era cuando aprendió a no tirar, la situación ha cambiado pero mantiene la misma estrategia porque es la que mejor le resultó en su momento.
Sin embargo a veces nos cuesta ver ese cambio de situación, sobre todo cuando es la situación interna lo que cambia. Si el cambio se da en el exterior es más probable que lo percibamos y que cambiemos nuestra forma de actuar. Por ejemplo, si al elefante en lugar de con una cadena le agarrasen ahora con una soga, o en lugar de por la pata, lo atasen por el lomo, sería más probable que intentase escapar de nuevo. Más probable pero no seguro al cien por cien, porque puede haber aprendido “cuando estoy atado por una pata a una estaca es mejor no tirar” pero también puede haber sido “tratar de escapar es doloroso” lo que hará menos probable que lo vuelta a intentar.
Como decíamos lo cambios en la situación interior pueden ser aun más difíciles de percibir sobre todo si no son intencionales. El elefante ha mejorado sus condiciones como para poder hacer frente a su situación de manera satisfactoria pero no lo ha hecho “a propósito”. Esto nos pasa también a las personas, a veces no nos damos cuenta de que los propios procesos de crecimiento y maduración nos ofrecen herramientas que antes no teníamos y que puede que no estemos poniendo en práctica. Otras veces esos cambios requieren de un esfuerzo intencional como por ejemplo si no hacemos habitualmente ejercicio y nos apuntamos a una maratón no vamos a acabarla y probablemente acabemos con unas agujetas terribles, lo que hará menos probable que nos apuntemos a otra. Pero podemos entrenarnos a conciencia para ello, cambiar nuestra situación interna de forma intencional para volver a intentarlo en otra ocasión.
Por tanto cuando tenemos metas que no logramos alcanzar y tras habernos preguntado a qué objetivos está respondiendo nuestro comportamiento podríamos seguir reflexionando y descubrir que cambios sería conveniente realizar, qué herramientas necesitamos aprender y entrenar para avanzar hacia los fines que nos propongamos y si ello es posible. Porque hay situaciones en las que es mejor aprender a dejar de tirar (elefante bebé) y otras en las que es mejor intentarlo (elefante adulto) y para ser capaces de encontrar la diferencia necesitamos conocer todas las variables de la situación externa (tamaño de la cadena y la estaca) y de la interna (objetivos principales y herramientas necesarias para alcanzarlos).
Nuestra historia de aprendizaje nos muestra el camino que en otras ocasiones nos ha llevado a alcanzar nuestros propósitos, pero no olvidemos que es una historia que seguimos escribiendo cada día y que podemos cambiar.