“Si no te quieres a ti misma/o, no te va a querer nadie”
“Si no te quieres a ti misma/o, nadie lo hará por ti”
“Es muy difícil amar a alguien que no se quiere a uno misma/o”
¿A quién no le han dicho alguna de estas frases o similares cuando ha pasado por un mal momento? ¿O quién no ha dicho alguna de estas frases o similares a alguna amiga cuando estaba pasando por un mal momento? Lejos de la buena intención con la que se puedan hacer este tipo de afirmaciones, pueden acabar teniendo un efecto totalmente contrario al que se pretende conseguir con ellas. Además, su contenido realmente no es cierto e, incluso, podríamos decir que es contradictorio.
Usemos un ejemplo concreto. Elena lleva varias semanas con un estado de ánimo bajo, ha empezado a descuidarse y no le apetece salir. Un día mirando Instagram ve un post con letras rosas y brillantitos que dice: “Si no te quieres a ti misma, nadie lo hará por ti”. Tras leer esta frase Elena comienza a pensar que eso es verdad. “¿Quién va a querer a alguien que está así de mal? Nadie va a querer estar conmigo y se van a hartar de mi…”. Así que Elena, con su malestar y con el que esa frase le ha sumado, decide permanecer en casa sola porque ahora piensa que lo único que va a hacer es molestar a los demás, porque si ella no se quiere a sí misma, tampoco lo harán otros.
Y ahora yo lanzo una pregunta al lector: ¿sabes realmente qué es el amor?
El amor en términos populares se entiende como una emoción, un estado interno de la persona, que es innato e inherente a nosotros, es decir, que nacemos ya sabiendo amar. Sin embargo, entender el amor de esta forma deja muchas cosas fuera. El amor es un tipo de comportamiento, una forma de interactuar con el medio y como tal, aprendemos a amar según la historia que tenemos detrás. En el medio en el que interactuamos hay otras personas y, gracias a la interacción con ellas, es como aprendemos lo que llamamos conductas “amorosas”.
Entonces, ¿Cómo surge el amor?
El amor lo aprendemos porque intercambiamos reforzadores con otra persona, pero ¿qué son los reforzadores? Son las consecuencias agradables que tienen nuestras acciones, es decir, nos aportan algo positivo como pueden ser sensaciones de seguridad, comprensión, etc. También pueden quitarnos una sensación desagradable como, por ejemplo, aliviar nuestro malestar. En definitiva, los reforzadores son estas consecuencias que nos van a hacer realizar más veces una conducta, porque nos está haciendo sentir bien.
Por lo tanto, con este intercambio de reforzadores entre dos personas condicionamos apetitivamente al otro o, dicho de otro modo, queremos a la otra persona, nos gusta estar con ella porque nos hace sentir bien. Veamos el ejemplo de conducta “amorosa” que aparece más temprano en la vida de una persona: un bebé y su madre. La madre realiza cuida con cariño al bebé, meciéndole cuando llora, cantándole dulcemente antes de dormir, jugando con él, ect. El bebé le devuelve sonrisas, carcajadas, alivia su llanto y sus miedos. Ambos hacen sentir bien al otro, y se crea un vínculo de amor, surgen esas conductas amorosas que les hacen sentir bien.
Por esto es por lo que las personas aprendemos a amar, y por eso podríamos decir que no hay dos personas que muestren su amor de exactamente la misma forma, porque depende de los contextos con los que hemos interactuado. Y todos tenemos condiciones familiares distintas, hemos ido a colegios distintos, con grupos de amigos distintos, hemos vivido en barrios distintos, etc. Pero la clave de todo esto es que hemos aprendido a amar porque otros nos han amado y nos han enseñado a amar.
Además, el amor tiene algo muy curioso y es que nos sentimos mejor (o más reforzados) cuanto mejor hacemos sentir al otro, nos sentimos bien en la medida que producimos bienestar en la otra persona. Dicho alto y claro: nos hace felices hacer al otro feliz. Y aquí vemos claramente como necesitamos de la otra persona para poner en práctica estas conductas “amorosas”.
¿Cómo surge el amor propio o el amarnos a nosotros mismos?
Muy sencillo, gracias a este aprendizaje de intercambio de reforzadores con otros, hemos aprendido que las conductas “amorosas” son aquellas que nos hacen sentir bien. Entonces, el amor hacia nosotros/as mismos/as serán aquellas conductas “amorosas” que, llevándolas a cabo por nuestra propia cuenta, nos hagan sentir bien: como leer un libro tirada en la cama por la tarde, ir a dar un paseo sola mientras escucho música en mis auriculares, arreglarme y bailar frente al espejo mientras doy un concierto privado de Taylor Swift… pueden ser muchas y muy diversas. En definitiva, el amor propio, el quererse a uno mismo, es llevar a cabo esas conductas que nos aproximan a esos reforzadores de bienestar.
¿Y si una persona ha crecido en un entorno desfavorable, sin conductas “amorosas” por parte de aquellos que le tenían que cuidar?
Lo más probable es que esa persona no haya aprendido a quererse a sí misma o que lo que entiende por conductas de amor propio (por ejemplo, salir de fiesta y tomar sustancias para aliviar el dolor y malestar de su entorno), en verdad le están haciendo daño. ¿Va a poder esa persona aprender por sí misma cuales son las conductas de amor propio que le beneficien? Probablemente no. Entonces, en este caso, si cogemos la frase “Si no te quieres a ti mismo, no te va a querer nadie”, esta persona no va a conseguir que nadie le quiera, porque no puede aprender “buenas” conductas de amor por sí misma y por lo tanto no va a “ser merecedora” del amor de otros. Y por “buenas” conductas de amor nos referimos a aquellas que me resultan reforzantes sin hacerme daño a mí misma y a mi entorno.
Dicho todo esto, volvamos al ejemplo de Elena.
Si Elena está pasando por un mal momento en el que no se siente con fuerzas de buscar todos esos reforzadores que ha perdido y, encima, lee la frase: “Si no te quieres a ti mismo, nadie lo hará por ti”, se sentirá peor porque pensará que es un estorbo para los demás y se alejará de sus amigas y perderá también los reforzadores y las conductas de amor que estas le muestran cuando queda con ellas. Además, como hemos dicho, lo que más nos mueve en el amor es querer que el otro esté bien, y para ello, hemos de pedir esa ayuda.
Si sientes que estás en una situación parecida a esta, puedes contactar con las psicólogas de ÍTACO, porque asistir a un profesional cuando nos encontramos en una situación así, también es una conducta de amor propio.