Es probable que en alguna ocasión hayas presenciado, o incluso vivido, cómo tras contar un problema o una situación difícil por la que estás pasando, la conclusión a la que llega tu círculo es que, lo mejor que puedes hacer es no hacer nada porque, amiga mía, “el tiempo lo cura todo”. Y como si de un dato científico se tratase, aceptamos este consejo casi mágico ya que, de alguna manera, nos hace pensar que es una solución tan práctica como cualquier otra.
Parémonos un momento a reflexionar sobre estas cuestiones, ¿estamos equiparando el tiempo a una estrategia de afrontamiento eficaz?, ¿a un tratamiento?, ¿a una habilidad para solucionar problemas? Y, sobre todo, ¿qué pensarías de tu compañera de trabajo si tuviera la brillante idea de decirte que dejaras pasar el tiempo para que se te cure una fractura de muñeca?, ¿o de tu prima si te dijera que, con el tiempo, las goteras que tienes en el baño se arreglarán sin más? Creer que el mero paso del tiempo es un factor relevante para que se produzca una mejora espontánea ¡es una mentira como una casa!
Y es que se le han atribuido méritos que no le pertenecen, pero si el tiempo no arregla nada por sí mismo, ¿qué ha pasado? Lo que ha pasado es que no podemos escapar a las leyes del aprendizaje, esos principios universales que explican las conductas de las personas, y cómo estas se modifican cuando interactuamos con nuestro entorno.
Veamos algunos de estos principios de aprendizaje a través de ejemplos:
A Javier le genera mucha inseguridad participar en conversaciones, ya que cuando ha dado su opinión en las comidas familiares, la respuesta que le daban siempre era “tú calla que no sabes de lo que hablas”. Al empezar la universidad, hizo un grupo de amigos que disfrutaba mucho comentando la actualidad y, para no variar, Javier escuchaba pero nunca decía lo pensaba porque, total, habla sin saber.
En una de esas reuniones, no se ponían de acuerdo, la mitad pensaba una cosa y la otra mitad otra, así que uno de ellos le preguntó directamente ¿tú que piensas Javier? Aunque estaba a cuadros porque alguien quería saber qué opinaba, expresó sus argumentos y sin darse cuenta, reabrió el debate, les había hecho pensar y continuaron hablando sobre el tema todos.
Lo que le ha ocurrido a Javier no ha sido que el con el tiempo se le haya vuelto super seguro de sí mismo, sino que ha experimentado un cambio en las consecuencias tras dar su opinión, o lo que es lo mismo, un cambio en las contingencias que aparecen después de realizar un comportamiento. Durante mucho tiempo ha estado evitando comentar nada ya que las consecuencias que recibía en casa eran negativas, sin embargo, al hacerlo con sus amigos pudo comprobar un resultado agradable y diferente al que había tenido anteriormente. Este cambio en las consecuencias modificará la probabilidad de que se mantengan sus comportamientos, aumentando sus interacciones y disminuyendo con ello las evitaciones.
Conozcamos ahora a Carmen, jefa del departamento financiero. Coordina un equipo de 14 personas y a diario tiene numerosas reuniones, tareas e imprevistos que gestionar. Además, convive con su madre, recientemente diagnosticada de Alzheimer. Se siente desbordada y no tiene tiempo para hacer nada más, pero no habla de ello con nadie ya que se toma muy en serio sus responsabilidades.
Tras un año con esta situación, Carmen no puede más y llama por teléfono a una amiga para desahogarse, algo inusual en ella. Entendiendo la situación, su amiga le aconseja delegar tareas en el trabajo, lo que termina haciendo. Días después, la vecina de arriba le pregunta por su madre, y le cuenta la experiencia que tuvo ella con su suegro y la ayuda que recibió de la Asociación de familiares. Siguiendo la línea de actuación que con el trabajo, decide llamar a la Asociación de enfermos de Alzheimer para solicitar información y proporcionarle así la asistencia necesaria a su madre. Ahora se siente mejor, ya que cuenta con el apoyo necesario para gestionar el complejo escenario que está viviendo.
La situación de Carmen no se ha resuelto gracias al “hada madrina del tiempo”. En su caso, ha aprendido a realizar conductas nuevas como la búsqueda de apoyo social o el uso de estrategias de afrontamiento diferentes. Estos comportamientos alternativos son más eficaces y adaptativos, permitiéndole solucionar realmente su sobrecarga.
Belén es profesora de infantil y lleva 2 años en situación de desempleo, tirando de sus ahorros para hacer frente a las facturas, así que ha dejado de hacer planes con amigos ya que económicamente no puede permitírselo. Esta situación ha afectado a su estado de ánimo y cada vez está más triste. Hoy, le han llamado de un colegio para cubrir una vacante por jubilación. Al día siguiente le comunican que está contratada, así que ha quedado con sus amigas para irse a comer, está muy contenta y le apetece celebrarlo.
A nuestra amiga Belén le ha cambiado la vida su nuevo contrato, de pronto su situación económica es otra y su estado de ánimo ha mejorado. Este contrato no supone más que un cambio en las variables de su contexto. Cada individuo tiene unas circunstancias personales y un entorno específicos que actúan como variables facilitadoras de ciertas conductas observables (como no salir de casa con sus amigas) y no observables (como sentirse triste). Cuando estas variables se modifican influyen en nosotros favoreciendo un cambio en nuestros actos o estado de ánimo.
¿Y qué le ha pasado a Álvaro tras su ruptura de pareja? Convivía desde hace 6 años con su pareja y hace dos meses la relación se rompió, generándole mucho malestar estar en casa a solas, especialmente en el salón, donde pasaban mucho tiempo juntos viendo pelis.
Aunque todavía le agobia estar a solas en el salón, aprovecha el fin de semana para construir maquetas, otra de sus pasiones que había dejado aparcada por falta de tiempo. Meses después, Álvaro disfruta de su salón como antes.
Cuando ha empezado a realizar una actividad que le encanta en ese salón que tanta angustia le provocaba, ha conseguido transformar la sensación que le genera en su opuesta, y ahora el salón es un espacio agradable de nuevo, es decir, ha contracondicionado ese lugar. Estas asociaciones las vivimos continuamente, relacionando no solo lugares, sino olores, personas o cualquier otro estímulo. Cada estímulo que nos rodea nos provoca una sensación que puede ser agradable o desagradable en función de nuestras experiencias o aprendizajes previos, pero si a ese mismo estímulo (en este caso el salón) le incorporamos otro que nos haga sentir de manera contraria (en este caso las maquetas), conseguimos que quede asociado al primero, haciendo que ambos nos hagan sentir de la misma forma, por eso Álvaro está tan a gusto en el salón, incluso sin hacer maquetas.
María se acaba de mudar a un piso nuevo, está encanta porque es más grande y está más cerca de su familia, el único problema es ese reloj de cuco que tiene el vecino, que le trae por el camino de la amargura. Suena cada cuarto de hora, y a las en punto viene el gran colofón. María teletrabaja y cada vez que suena el reloj le pone de los nervios. Por las noches, el bendito reloj no se apaga, sigue dando la hora cada 15 minutos. Lleva semanas sin dormir y de mal humor. Ha hablado con sus vecinos, pero no parece que deshacerse del reloj sea una opción.
Tras unos meses de incómoda convivencia, una amiga viene a visitarla y, al sonar el reloj le pregunta, ¿tía qué suena todo el rato? María, sin saber muy bien a qué se refiere le dice sorprendida ¿el qué? El reloj ese tía, ¡el reloj!
María ha estado escuchando el sonido del reloj todos los días, desde hace meses, no sabemos ya ni cuántas veces al día. El ruido que en un principio era desesperante, se ha volatilizado sin más porque se ha acostumbrado a su presencia, y ya ni le estresa ni le enfada. Esta fuerza de la costumbre es la habituación, cuando nos exponemos repetidamente a un estímulo que inicialmente nos genera una respuesta intensa, terminamos adaptándonos a él, con lo que la intensidad de nuestra respuesta va reduciéndose hasta el punto de dejar de responder por completo.
Como puedes ver, no es el tiempo lo que provoca un cambio, ni mejora, ni empeora tus circunstancias, es lo que haces tú durante ese tiempo. Te des cuenta o no, estás realizando conductas todo el rato y, ese rato es el único mérito que le pertenece al tiempo.
La relación causa (tiempo) – consecuencia (mejora espontánea) es una asociación ilusoria y, aunque el tiempo va a estar presente de forma inevitable en todas las situaciones de nuestra vida, sus efectos se han sobrevalorado.
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