Cuando intentamos hacer cambios en nuestra vida y vemos que no lo logramos, solemos pensar que “nos falta fuerza de voluntad”. Esta idea, aunque extendida, no solo es simplista, sino injusta y engañosa: nos hace creer que el problema está dentro de nosotras, que no nos esforzamos lo suficiente… como si todo dependiera de «simplemente, pensar en positivo y querer».
Sin embargo, a día de hoy se sabe que la fuerza de voluntad no es un rasgo innato, ni tiene que ver con «controlar más o querer con más fuerza». Se trata de una habilidad que se construye: se aprende a lo largo del tiempo y depende en gran medida del contexto. Y, como cualquier otra conducta, depende de muchos factores: del entorno que nos rodea, de nuestras experiencias pasadas, de los recursos que tengamos a mano y del valor que le damos (o podemos darle) a los resultados a largo plazo. Si el contexto no acompaña, si todo cuesta demasiado o si los beneficios se perciben como lejanos o inciertos, sostener el esfuerzo es mucho más difícil.
El contexto también pesa (y mucho)
Una de las claves para entender por qué a veces no conseguimos lo que nos proponemos es preguntarnos: ¿estoy rodeada de condiciones que me lo permiten? ¿O estoy exigiéndome algo que, en este momento, simplemente no puedo sostener?
Por ejemplo, si te estás exigiendo mantener una rutina en la que “rendir al 100%” cuando no estás durmiendo bien, te sientes fatigada, tienes muchas obligaciones que atender en diferentes áreas de tu vida o muchos cambios recientes que estás atravesando… no es falta de voluntad: es una exigencia desajustada a las circunstancias en las que te encuentras. Lo mismo ocurre cuando intentas empezar algo nuevo sin apoyo, sin tiempo o sin margen de error. En estos casos, no es que te falte constancia: es que faltan condiciones que lo faciliten y lo hagan abordable.
Identificar cuándo el problema no está en ti, sino en todo lo que estás cargando y los recursos de los que no dispones, también es un ejercicio de autocuidado. Porque si siempre interpretamos el “no puedo” como un “no soy suficiente”, acabamos desgastadas, frustradas o incluso sintiéndonos culpables por no llegar.

La fuerza de voluntad también tiene género
Y aquí entra en juego otro factor: no todas las personas tienen el mismo punto de partida para desarrollar «fuerza de voluntad«. A las mujeres, por ejemplo, se nos ha enseñado a estar disponibles, a cuidar de otros, a ceder espacio y tiempo. En muchos casos, se nos educa para hacernos cargo del bienestar ajeno antes que del propio. Esto, desde pequeñas, va construyendo una historia de aprendizaje en la que dedicar tiempo a una misma se percibe como egoísta, innecesario o incluso culpable.
Además, las tareas de cuidado —como el trabajo doméstico, la crianza o el acompañamiento emocional— siguen recayendo mayoritariamente sobre las mujeres, lo que significa menos tiempo libre, menos energía y menos autonomía para crear o sostener objetivos, proyectos y rutinas propias. Mientras a unos se les celebra por “ser disciplinados”, a muchas mujeres se les exige que lo sean… en todo, todo el tiempo, y sin margen para descansar.
Por eso, frases como “si quieres, puedes” invisibilizan desigualdades. Porque querer, queremos. Pero no siempre podemos. Y no porque no lo deseemos lo suficiente, sino porque a veces no hay tiempo, ni energía, ni condiciones mínimas para sostener lo que nos proponemos.
¿»Falta de voluntad» o exceso de exigencia y «disciplina»?
A veces nos exigimos metas que no son realistas en función de nuestro contexto actual. Algunas señales de que podríamos estar pidiéndonos demasiado:
- Nos sentimos constantemente frustradas o agotadas por no “dar más de nosotras”.
- Nos culpamos por no hacer cosas que, en otros momentos, sí lográbamos (bajo circunstancias diferentes).
- Tenemos la sensación de estar fallando y no estar llegando al mínimo, aunque estemos haciendo un gran esfuerzo.
- No hay espacio para descansar sin sentir culpa.
Paradójicamente, menos es más: cuanta más disciplina me autoimpongo, cuanto más me exijo… más costoso, más desagradable y menos sostenible es el proceso. Por lo tanto, más probable es que lo procrastine y/o me paralice y menos probable conseguirlo.
Descansar también es parte esencial para conseguir lo que nos proponemos
La idea de que tenemos que ser siempre nuestra mejor versión, estar siempre activas y ser “productivas” todo el tiempo no solo es insostenible: es peligrosa. A largo plazo, el agotamiento físico y emocional mina nuestra capacidad de mantener cualquier cambio.
La persistencia solo se sostiene si hay descanso, apoyo, autocompasión y pequeños refuerzos que nos motiven y nos ayuden a seguir. Si no paramos, si no regulamos lo que nos pedimos, incluso el objetivo más valioso se puede volver inalcanzable.
Pero… si tengo «fuerza de voluntad» para algunas cosas, debería tenerla con todo, ¿no?
No existe una fuerza de voluntad “general”. Es normal que podamos ser muy constantes para unas cosas y no tanto para otras (y también varía dependiendo del momento). Una persona puede sostener con facilidad un hábito laboral, pero tener dificultades para dejar el tabaco o iniciar una rutina de autocuidado. No es incoherencia: son historias de aprendizaje diferentes, contextos distintos, y prioridades variables según cada etapa vital.
La pregunta no es si “quieres lo suficiente”. La pregunta es: ¿estás pudiendo sostenerlo con lo que tienes disponible?

En resumen…
- La fuerza de voluntad no es innata: es una habilidad que se entrena (cuando se puede).
- Persistir requiere condiciones que favorezcan la conducta, no solo desearlo.
- La excesiva disciplina y autoexigencia, paradójicamente, favorecen la parálisis y que los procesos de cambio sean insostenibles.
- Podemos ser constantes para unas cosas y no para otras, y eso es normal.
- El género, el entorno y las responsabilidades que asumimos influyen en nuestra capacidad para sostener objetivos propios.
- Parar, descansar y revisar lo que nos pedimos también forma parte del proceso.
Si te has sentido identificada, desde ITACO podemos acompañarte en el proceso para que tus metas sean alcanzables y sostenibles.
Referencias bibliográficas
Froxán Parga, M. X. (2020). Análisis funcional de la conducta humana: Concepto, metodología y aplicaciones. Ediciones Pirámide.