Ya es diciembre y la Navidad está a la vuelta de la esquina. Con ella llegan las luces, los regalos, reuniones, comidas… Y aunque en las películas navideñas todo parece idílico, puede que sintamos emociones agridulces hacia estas fechas. Esto puede deberse a muchas razones: pérdidas que se hacen más presentes, las altas expectativas sobre lo que hay que vivir en Navidad -tanto sociales como nuestras-, recordar lo que fue y ya no es… Y las interacciones con las que lidiamos en esta celebración.
En este sentido, la Navidad puede ser una época especialmente difícil por varios factores: en primer lugar, las reuniones a las que asistimos suelen ser numerosas, mientras que durante el año normalmente no estamos expuestos a tantas interacciones que pueden resultar complicadas. En segundo lugar, es probable que interaccionemos con personas y en contextos a los que no estamos expuestos en nuestro día a día. De esta manera, puede ocurrir que no sepamos muy bien cómo comportarnos en estas circunstancias y/o que el malestar experimentado sea mayor. Es por ello que la gestión de las interacciones que se dan pueda resultar más complicada que en otras fechas.
En dichas reuniones, podemos tener que hacer frente a preguntas personales que nos parecen inoportunas y/o no queremos responder:
“¿Para cuándo el novio/a?”
“¿Y cuándo vas a dejar ese trabajo y buscar algo mejor?”
“¡Este año la parejita, que ya estáis tardando!”
Con comentarios sobre nuestro aspecto físico:
“¿Y cuándo vas a dejar de teñirte el pelo de colores? Yo creo que conseguirías ascender si te pusieses un tono más serio.”
“¿Cómo es que no vienes más arreglada? ¡Si es Nochebuena!”
Con comentarios sobre nuestra conducta en la propia reunión: desde “has comido mucho”, a “no has comido nada”.
Asimismo, pueden ser comentarios que no nos incluyen directamente, pero que nos invitan a entrar en temas que no queremos:
“¿Tú qué opinas del amigo/a con el que sale ahora tu primo/a?”
“¿Qué opinas de lo que está haciendo el partido político X en el tema Y?”
Estos son solo algunos ejemplos de comentarios e interacciones a los que podemos tener que hacer frente en las celebraciones de Navidad. Los mismos, pueden generarnos incomodidad tanto por el comentario en sí, como por no saber responder a ellos. El no saber cómo actuar puede conllevar que acabemos respondiendo y reforzando una conversación sobre algo que para nosotras no tiene discusión, sobre lo que no queremos hablar o sobre algo que simplemente consideramos que es inoportuno. También puede llevarnos a no responder, haciendo que nos sintamos incómodas o que sintamos que no hemos hecho respetar nuestros derechos.
Por ello, en este blog os presentamos dos estrategias que te pueden ayudar a gestionar este tipo de comentarios y situaciones: el disco rayado y el blanco de niebla. Estas son dos de las principales estrategias asertivas. Pero antes de comenzar a explicar cada una de ellas, vamos a recordar qué es esto a lo que llamamos “asertividad”.
La asertividad se puede definir como un estilo de comunicación y/o interacción que respeta tanto los derechos de los demás como los de uno mismo. Es decir, podríamos decir que una persona se está comportando asertivamente cuando conoce y expresa sus emociones, deseos, opiniones y derechos sin vulnerar los de las otras personas y respetando esas mismas conductas en los demás.
El disco rayado
El disco rayado consiste en repetir nuestra opinión, negativa, punto de vista o límite una y otra vez de una manera pausada y tranquila, pero firme, sin entrar a justificarnos ni reaccionar a las provocaciones de la otra persona o entrar en una discusión
Castanyer, 2010
Esto es, si notamos que en algún momento están insistiendo en hablar sobre un tema del que no queremos hablar, “obligarnos” a hacer algo que no queremos hacer, insistirnos para que cedamos, el disco rayado es una buena estrategia que podemos utilizar.
Su aplicación en uno de los ejemplos expuestos sería la siguiente:
-¿Qué opinas de lo que está haciendo el partido X en el tema Y?
+Prefiero no hablar de política.
-Pero cómo no vas a querer hablar, si nos puede cambiar la vida…
+Puede ser, pero prefiero que hablemos de otra cosa.
-Pero de verdad… Dime aunque sea un titular de lo que opinas.
+Te repito que es un tema del que no quiero hablar.
-Está bien…
El banco de niebla
El banco de niebla, por su parte, consiste en admitir la parte de la crítica que nos hace la otra persona que puede ser cierta mientras nos negamos a entrar en una discusión. De esta forma, aparentamos estar cediendo sin hacerlo realmente, puesto que también dejamos claro que no vamos a cambiar de postura (Castanyer, 2010).
Un ejemplo de los expuestos sería:
-¿Y cuándo vas a dejar de teñirte el pelo de colores? Yo creo que conseguirías ascender si te pusieses un tono más serio.
+Sí, es posible que lo consiguiese, pero a mí no me interesa cambiármelo.
-¿Pero cómo no te va a interesar? ¿Priorizas tu pelo a tu trabajo? ¿Prefieres llevar el pelo así que ascender? Qué inconsciente…
+Sí, puede que lo sea.
Cabe resaltar, sin embargo, que al aplicar estas dos estrategias podemos generar en el otro una mayor insistencia o cierto enfado, ya que está acostumbrado o bien a conseguir un cambio en nuestra conducta a través de sus insistencias o, por lo menos, una discusión en la que esta vez no estamos dispuestas a entrar. En este sentido, quiero advertir que no conocemos la respuesta que va a tener la otra persona ante este cambio de comportamiento y, por ello pueden ser estrategias que nos cueste aplicar o que simplemente no queramos aplicar en este momento. Como he resaltado en anteriores artículos del blog, los temas que tratamos aquí y las recomendaciones dadas son genéricas, siendo necesario analizar cada caso particular y las circunstancias de cada persona. Si crees que necesitas ayudas para gestionar este tipo de situaciones, puedes contactar con ITACO aquí.
Referencias
Castanyer, O. (2010). La asertividad: expresión de una sana autoestima. Desclée de Brouwer.
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