Imágenes de violencia y sufrimiento, noticias sobre violaciones, guerras que no terminan, crisis de alquileres, enfermedades… Son demasiadas las noticias, demasiado veloces y difíciles de procesar.
Hace 50 años las noticias se leían por plataformas analógicas. Ibas a un kiosco y te comprabas un periódico. En el se exponía el suceso de forma redactada y no solo con un titular embaucador. Pero ahora, en la era digital, todo son titulares y son pocos los que entran en los enlaces a leer la noticia entera. ¿Cómo nos influye emocionalmente toda esta amalgama de sucesos, en esa cantidad y a esa velocidad? ¿Somo capaces de procesar emocionalmente estas noticias cuando nos llegan por un medio digital?
Las redes sociales se han implantado en nuestras vidas para una casi totalidad de la población.
Ya no es una cosa de jóvenes ni adolescentes. Personas de todas las edades tenemos acceso a una plataforma (Twitter, Facebook, Instagram, TikTok…). Entre muchas de las funciones y utilidades que tienen, la de informar sobre sucesos del todo mundo es de las más usadas. Nos enteramos de lo que ocurre en la otra parte del mundo antes casi que los de esa misma ciudad. Es un bombardeo constante de información, y dada la velocidad de la misma, se hace muy difícil realizar un filtro, o elegir la mejor manera de contarlo.
La comunicación es el proceso mediante el cual las personas intercambian información, ideas, pensamientos o sentimientos a través de diversos medios. El medio que nos interesa en este caso, el canal de emisión del mensaje, son las plataformas digitales. Comprender que el comunicarse es una necesidad social que tenemos los seres humanos, un intercambio entre sociedades y no solo entre individuos.
La comunicación por redes tiene una serie de características que influyen en cómo se procesa la información: la participación, invitándonos constantemente a interactuar, responder, producir contenido; la personalización, la manera en la que el contexto de la persona hace que acceda a una información específica, según el momento y lugar que se encuentre; y, por último, la inmediatez, relacionada con la rapidez o velocidad de recibir y dar información, a veces de gran complejidad.

Necesitamos saber gestionar esa cantidad de información y velocidad a la que nos llega. Y dada esa falta de tiempo, muchas veces no somos capaces de llegar a una respuesta adecuada o beneficiosa para nosotros/as. Por ejemplo, la respuesta ante un hombre herido en una guerra apenas necesita procesar una respuesta, pero ante un comentario ofensivo por Instagram, ese procesamiento puede que requiera de más tiempo, pues al verse fuera de contexto, de ausencia del tono de voz, del conocimiento sobre la situación de la persona que lo escribe…es fácil contestar, tomar decisiones o construirse una opinión acerca de algo sin contrastar y verse arrastrado por esa velocidad sin tener en cuenta estos puntos.
Se ha visto como en estos años la fatiga emocional se produce cuando los usuarios se sienten abrumados por la cantidad de contenido, de presión social y de la constante necesidad de mantenerse conectados. Pensamos que hacer oídos sordos a ciertas cosas nos salva de ese agotamiento, pero no es así. Esta fatiga se da como respuestas afectivas, conductuales y cognitivas, que influyen en la atención, la incapacidad de tomar decisiones, el olvido o la incapacidad de enfrentarse a una situación entre otras dificultades. De hecho, ya son varios los autores que, desde hace años, alegan lo imprescindible que resulta que la información se filtre y se someta a un análisis exhaustivo antes de que los destinatarios puedan recibirlos como llevar a cabo interpretaciones erróneas.
Se nos olvida que, al igual que es importante la manera de comunicar algo o el medio que utilices para ello, atender si el receptor del mensaje tiene las herramientas necesarias para manejar la información que se le da, y no darlo por hecho, es también de suma importancia. No podemos dar por hecho que una persona porque sepa manejar perfectamente los códigos de Instagram, signifique que esté preparado para recoger emocionalmente todo lo que va a ver.

Por ello, es importante aprender estrategias para recibir, interpretar y valorar los mensajes, para evitar que se produzcan estos sesgos. Aquí las emociones juegan un papel muy importante a la hora de comprender un mensaje. Las emociones que surgen ante la información que nos llega, nos permitirán reconocer lo que necesitamos y poner en marcha estrategias alternativas que puedan funcionar como un filtro, para reducir nuestra sobreexposición a la información cuando esta es abrumadora. La comunicación digital no tiene las mismas características que una conversación hablada, siendo la complejidad de esta última mucho menor.
Está claro que las emociones están presentes independientemente del medio de comunicación que utilicemos, es por ello que debemos tenerlas en cuenta según como sea la vía de comunicación, pues requerirán una atención diferente. Y este punto es clave a tener presente con los más jóvenes que ya tiene un dispositivo electrónico entre sus manos. La educación para el uso de medios digitales, no es solo un aprendizaje técnico, sino una configuración total de su universo, un desarrollo de sus capacidades como persona, que abarque lo cognitivo y lo emocional: haciendo que sean las herramientas las que se adapten a nuestras necesidades y no al revés. Desde ITACO podemos ayudarte.
Referencias Bibliográficas
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