¿Qué papel tienen las/os psicólogos con respecto al entorno en el que se encuentra un paciente?
Antes de contestar a estas preguntas, tenemos que contestar ¿qué es un problema psicológico? Es muy común escuchar frases como “Carlos tiene un problema psicológico” “Carmen está mal psicológicamente”. La psicología ha estado en el punto de mira en los últimos tiempos, lo que ha hecho que se utilice la palabra y se hable de ella de forma coloquial y cotidiana, cayendo en posibles mitos o desinformaciones acerca del campo de nuestra profesión.
Cuando hablamos de problema psicológico hablamos de problema conductual, entendiendo la conducta -ya sea observable o privada, como es el caso de la conducta verbal interna, esto es, pensamientos, emociones o sensaciones fisiológicas, ya sea de forma voluntaria o involuntaria–, como una interacción entre un individuo y un contexto. Es decir, decimos que continuamente el individuo se está comportando, esto es, se está adaptando a un contexto en el que en ocasiones esta adaptación resulta problemática, generando una serie de dificultades y/o malestar en el individuo.
Por tanto, volviendo a la pregunta del principio: ¿Es importante el contexto a la hora de hablar de problema psicológico? No es que sea importante, es que forma parte del mismo. Para conocer el porqué de un problema psicológico tenemos que conocer el contexto, y cómo la persona se ha ido adaptando a éste, con las dificultades que esta adaptación le ha ocasionado.
Entonces, en el campo de la psicología, ¿qué tenemos que hacer con el contexto? ¿Cuál es nuestro papel respecto a él? Continuamente tenemos que lidiar con el contexto; siempre tiene que estar en el punto de mira de cualquier problemática que tenga el individuo.
No tener en cuenta el contexto y percibirlo como algo ajeno a la persona favorece el habitual uso de resiliencia.
La resiliencia es un término que se ha utilizado en estos últimos tiempos muy frecuentemente, como adaptación a un contexto muy demandante. Personalmente, este término resulta un “arma de doble filo”, ya que es utilizado como cualidad del individuo, como muestra de “aguante” y “superación”, pero…, ¿qué ocurre cuando las demandas del contexto son superiores a las habilidades o recursos de cada persona?
En la mayoría de estos casos es fundamental trabajar estas habilidades del individuo, las diferentes estrategias, para gestionar esta situación adversa, pero esto en algunos casos no es suficiente.
“¿Si soy resiliente, voy a poder con todo siempre?” La respuesta es: no. Y eso no es malo. En algunas ocasiones, el contexto es mucho más demandante que las habilidades y recursos de una persona; en estas ocasiones, el individuo trata de adaptarse a este contexto, pero muchas veces lo que se genera es un sufrimiento, y una sensación de indefensión: “haga lo que haga no lo consigo, no soy capaz”. Y es que hay contextos que nos generan una continua indefensión, contextos en los que cualquier comportamiento es castigado.
En estos casos, el principal objetivo es modificar el contexto; nuestro trabajo es generar una adaptación adecuada en el contexto, modificar una interacción con él, y para conseguirlo, en ocasiones es
imprescindible modificar alguna de las variables de éste. Y no pasa nada, podemos seguir siendo igual de “resilientes” y “fuertes”, pero sin sufrir, o por lo menos, sin sufrir tanto.
Nos encontramos en consulta a personas que se encuentran en una situación de un intenso malestar provocado por un contexto determinado. En ocasiones, nos encontramos en entornos en los que, lo adaptativo es no adaptarnos a ellos, buscar una adaptación a estos contextos incluso vaya a ir en contra del bienestar de la persona favoreciendo un malestar psicológico. Por tanto, en estas situaciones es fundamental evaluar la situación y dotar al individuo de las herramientas oportunas para modificar la situación en la que se encuentra.
Porque la resiliencia, muchas veces, es como mejorar la técnica de nadar en medio del océano: podemos nadar mejor, pero…, ¿hacia dónde? ¿llegaremos a algún sitio?
En otras ocasiones, hablamos de un contexto más amplio, en el cual las variables se alejan más de nuestro control como profesionales. Es, por ejemplo, cuando hablamos de las reglas sociales, como las reglas que la sociedad impone sobre la “cultura de la delgadez”.
Especialmente en las mujeres, la sociedad tiene un importante papel en cómo “debe ser una mujer”, la importancia de la delgadez y el aspecto físico. Este tipo de reglas favorecen comportamientos, como hipervigilancia del aspecto físico, del peso, comprobaciones, pensamientos negativos sobre nosotras mismas y por supuesto emociones muy aversivas.
¿Cómo vamos a estar contentas con nuestro cuerpo, si continuamente estamos expuestos a la asociación de unos cuerpos minoritarios, en muchas ocasiones incluso irreales, con el éxito y felicidad?
En estas situaciones, ¿es factible modificar este contexto que nos rodea? La realidad es que esto resulta bastante utópico. En estas situaciones, el papel de la psicología, -específicamente de la psicóloga o psicólogo-, es conocer por qué y cómo se ha producido la interacción de la persona en este contexto, y también conocer el resto de su contexto específico. Es utópico pensar que podemos cambiar siempre el contexto de un individuo; mejor dicho, de una sociedad. Pero sí como profesionales, es nuestro deber conocer la importancia que éste tiene, y conocer como el individuo se ha adaptado, dotándole de herramientas y estrategias para favorecer una adaptación o interacción más adecuada.
Por lo tanto, en resumen…
Siempre, es imprescindible conocer bien el contexto del individuo, conocer cómo la persona se está adaptando a este contexto. En ocasiones podremos modificar parte del contexto; el entorno más
próximo suele estar más en nuestra mano, y tenemos más posibilidades de cambio. Sin embargo, en otras ocasiones, el contexto va a ser más amplio y general, en el que modificarlo se va a convertir en un objetivo utópico, aun así, en estos casos es importante tener en cuenta tal contexto, y sobre todo la relación del individuo en su entorno, ya que éste se va a convertir en nuestro objetivo: ¿Cómo le está afectando el contexto al individuo? ¿Cómo el individuo se ha ido adaptando a su entorno? ¿Cuál ha sido el resultado de esta adaptación, y cómo podemos favorecer una adaptación más adecuada para el individuo?