El amor es una de las experiencias más deseadas y a la vez más complejas de la vida humana. A todas las personas nos puede mover, en algún momento, la idea de encontrar a alguien con quien compartir experiencias, construir sueños y sentirnos comprendidas. Sin embargo, en la práctica, amar y disfrutar del amor puede ser un desafío. Desde pequeñas, crecemos rodeadas de historias y expectativas sobre lo que el amor «debería» ser: a menudo idealizado, eterno y casi mágico. Con el paso del tiempo y con la exposición a establecer relaciones sexoafectivas, estas ideas influyen en cómo pensamos, sentimos y nos relacionamos en dichos vínculos.
Dentro de la literatura feminista hay varias autoras como Coral Herrera, Simone de Beauvoir y Audre Lorde (entre muchas otras) que comparten que el amor es algo que se aprende y re-aprende, se construye y que se puede disfrutar día a día. Y justamente, aquí es donde entra en juego la psicología conductual, una rama de la psicología que estudia cómo nuestras experiencias y el contexto en el que crecemos influyen en la manera en que nos comportamos y nos relacionamos.
Bajo esta perspectiva, la construcción del amor se convierte en un proceso de aprendizaje donde podemos mejorar, desaprender viejas creencias y reforzar las actitudes y comportamientos que nos ayudan a crear una relación sexoafectiva de calidad y satisfactoria. Así, el amor se transforma en un espacio de crecimiento y disfrute, lejos del sufrimiento que, por costumbre y/o cultura, a veces asociamos con las relaciones.
Y llegadas a este punto os estaréis preguntando ¿cómo esto puede ser posible? Pues allá vamos…
La construcción del amor desde la psicología conductual y feminista…
Puede entenderse como un proceso en el cual las conductas de cuidado, atención y afecto se van reforzando y consolidando con el tiempo. En este sentido, el amor no es solo una emoción espontánea; es, sobre todo, un conjunto de actos y gestos cotidianos que, al repetirse y ser correspondidos, fomentan la aparición y el mantenimiento de lo que socialmente llamamos amor.
Este proceso de construcción afectiva se relaciona con el condicionamiento clásico, una teoría propuesta por Pavlov, en el que un organismo aprende a asociar un estímulo que originalmente no provoca una respuesta (el estímulo neutro) con un estímulo que sí provoca una respuesta automática (el estímulo incondicionado). Con el tiempo, el estímulo neutro puede empezar a evocar la misma respuesta por sí solo, convirtiéndose en un estímulo condicionado.
- Un ejemplo de esto se puede ver en el amor de la siguiente manera: a través de experiencias agradables repetidas (como el apoyo constante, las palabras amables o los gestos de cariño) se comienza a asociar a dicha persona con sentimientos de seguridad y bienestar. Así, con el tiempo, el simple hecho de estar cerca de esa persona o escuchar su voz puede despertar en nosotras emociones agradables, ya que hemos aprendido a relacionar esos estímulos (dicha persona y determinadas conductas) con emociones ligadas al amor.Este fenómeno ilustra cómo el condicionamiento clásico no solo se manifiesta en situaciones de laboratorio, como en el experimento de Pavlov con los perros, sino también en nuestras relaciones y emociones cotidianas.
Por otro lado, el condicionamiento operante, propuesto por Skinner, también desempeña un papel importante en la construcción del amor. Es un tipo de aprendizaje en el que un comportamiento se fortalece o debilita en función de las consecuencias que le siguen. En otras palabras, si un comportamiento es reforzado, es más probable que se repita; si es castigado, es menos probable que ocurra nuevamente
- Por ejemplo, si una persona expresa sus sentimientos de comodidad hacia su pareja y esto es recibido con una sonrisa y un “gracias”, es probable que quiera volver a expresar su aprecio en el futuro, ya que el refuerzo positivo (la respuesta cariñosa de la pareja) motiva y favorece la repetición de esa conducta.
Con el tiempo, estos intercambios se acumulan y fortalecen el vínculo amoroso, creando una relación en la que el apoyo, la comprensión, la atención y el entendimiento, entre otros muchos, se convierten en normas implícitas.
De esta manera, tanto el condicionamiento clásico, que asocia la presencia de la pareja con emociones agradables, como el condicionamiento operante, que refuerza los actos de cuidado y afecto, son fundamentales en la construcción y el disfrute del amor.
Seguramente puede que te estés preguntando que tipo de estrategias pueden acercarte a construir una relación sexoafectiva satisfactoria, si es que es un objetivo para ti en este momento de tu vida.
Cabe destacar que las estrategias aquí explicadas pueden trabajarse desde la sesión con tu psicóloga, para obtener unas pautas mucho mas explicitas e individualizadas para tu caso:
⦁ Comunicación asertiva:
Expresión de cada miembro de la pareja de sus necesidades y deseos de manera clara y respetuosa, utilizando frases en primera persona. Una parte indispensable es poner sobre la mesa la existencia de derechos y responsabilidades asertivas.
⦁ Reforzamiento positivo:
Reconocer y comunicar los buenos momentos en pareja y las conductas que su pareja ha realizado y han sido agradables para ti. Esto puede fomentar que ambos se sientan valorados y que dichas conductas sean ejecutadas en el futuro con más probabilidad.
⦁ Técnicas de Resolución de Conflictos:
Cuando surgen desacuerdos es importante poder abordarlos de una manera efectiva y esto no es algo sencillo, puesto que se tienen en cuenta para dicha resolución habilidades comunicativas, asertivas y gestión de emociones desagradables.
⦁ Manejo de Expectativas:
Hablen sobre lo que cada integrante espera de la relación. Reflexionar sobre las expectativas individuales y compartirlas ayuda a entender las creencias del otro sobre el amor.
⦁ Validación de Sentimientos:
Reconocer los sentimientos de la otra persona, incluso si no se está de acuerdo, favoreciendo entornos en los cuales el respeto esté presente.
⦁ Fomentar espacios compartidos de disfrute:
Establecer actividades de ocio con la pareja propicia que la construcción del amor sea mantenida a largo plazo, por acceder a dichas emociones a través de actividades planteadas.
En conclusión…
El amor, entendido como una conducta, se manifiesta a través de actos de cuidado y atención hacia la otra persona. Esta perspectiva nos invita a reconocer que el amor no es solo una emoción espontánea, sino un conjunto de comportamientos que se construyen y refuerzan a lo largo del tiempo. En este sentido, los principios de aprendizaje, tanto del condicionamiento clásico como del operante, son fundamentales para entender cómo se establece y fortalece el vínculo amoroso.
Para fomentar esta dinámica saludable, es crucial implementar estrategias efectivas basadas en dichos principios de aprendizaje como se han mencionado anteriormente. De esta manera, el amor se convierte en un proceso activo de construcción y crecimiento, donde cada gesto de cuidado y atención alimenta un vínculo más fuerte y satisfactorio.
«No se nace mujer: se llega a serlo. Lo mismo ocurre con el amor; no es una experiencia innata, sino una construcción social que debemos aprender y redefinir.»
Simone de Beauvoir