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Depresión: síntomas, causas y tratamiento

La depresión es un problema ampliamente conocido no solo por los profesionales de la Psicología, Psiquiatría, y otras disciplinas, sino también por el gran número de gente que la ha sufrido personalmente o por alguien de su entorno.

Los últimos datos sugieren que este problema ha afectado a millones de personas en el mundo y que las cifras van en aumento cada año. Por ello, el objetivo de este artículo es darle visibilidad al problema, así como ofrecer a las lectoras y lectores información para desmitificar y despejar dudas sobre lo qué es la depresión y su tratamiento.

Además, la depresión en mujeres es una realidad significativa, ya que se estima que afecta alrededor del doble de mujeres que de hombres en todo el mundo. Posibles factores biológicos, como fluctuaciones hormonales a lo largo de la vida, pero sobre todo factores sociales, como roles de género y expectativas socioculturales, pueden contribuir a esta disparidad. Es esencial abordar la depresión desde una perspectiva de género para desarrollar estrategias efectivas de prevención y apoyo.

¿Qué es la depresión?

Para acercarnos a la explicación sobre lo que es la depresión, veremos en la siguiente tabla los criterios según el principal manual diagnóstico DSM-5 (APA, 2013), para el diagnóstico de depresión.

Como se puede ver, la depresión está caracterizada principalmente por una sensación profunda de tristeza y/o apatía, que a veces se acompaña de otras sensaciones o comportamientos.

A pesar de que en esta tabla se muestren los principales síntomas de la depresión, el problema psicológico puede manifestarse de diferentes maneras en cada persona y situación, por lo que estos criterios solo nos dan una información general de la problemática.

Diferencias entre tristeza común y depresión

Más allá de esta aclaración de síntomas, los lectores y lectoras os podréis estar preguntando: “¿entonces, si me encuentro triste unos días, significa que tengo depresión?”. La respuesta corta es: no necesariamente.

Al igual que no diríamos que un estudiante que acaba de suspender un examen y se ha entristecido tiene depresión, ni tampoco de una persona que acaba de perder un familiar y llora desconsoladamente, o alguien a quien le acaban de dar una mala noticia y no tiene ganas de irse de fiesta.

Para diferenciar entre la tristeza común y la depresión debemos fijarnos en dos factores que en psicología describimos como la topografía y funcionalidad del comportamiento. La topografía abarca la frecuencia, intensidad o duración de las respuestas de una persona (llanto, tristeza, rechazar la realización de actividades que le gustan…). La funcionalidad se refiere al contexto donde ocurren esas respuestas, es decir, ante qué circunstancias se dan esas sensaciones o acciones que podríamos identificar con depresión.

En una persona que tiene depresión, la sensación de tristeza o apatía es muy frecuente, son episodios intensos y duraderos, hasta poder llegar a ser de manera continuada durante cada día. Solo se considera proceso depresivo cuando hay un cambio significativo respecto a su estado habitual, y si ese cambio no es una reacción automática a un evento concreto, como una situación dolorosa o aversiva, sino por el contrario se trata de un conjunto de respuestas más estables en el tiempo y en situaciones diferentes.

Cómo se desarrolla la depresión

El desarrollo de este problema surge por el intento de una persona a adaptarse a una situación con las herramientas y circunstancias que tiene. Es decir, constituye un proceso activo de aprendizaje que se pone en marcha cuando intentamos superar una situación.

Para comprender este proceso de manera más sencilla pondremos el siguiente ejemplo, viendo el caso de una persona que desarrolla una depresión frente a otra que no:

Alba es una chica de 17 años, está estudiando en el instituto y vive con su familia.

Carmen es una chica de 35 años, trabaja en marketing y vive sola con su perro.

Ambas personas acaban de sufrir la pérdida de su hermano, al que querían mucho y veían a menudo. Las dos sufren de desánimo, pérdida de interés por las actividades diarias y tienen dificultad para dormir y pérdida del apetito.

En el caso de Alba, su familia que vive con ella comienzan a apoyarla y notifican al instituto la mala noticia para justificar las faltas de esa semana. Alba pasa sus días en su cuarto, ya que le entristece mucho el resto de la casa por recordarle a su hermano. De esta manera, Alba no tiene contacto con nada que pueda serle agradable y cada vez se encuentra peor y sin ninguna fuerza para ir al colegio. Cuando intenta salir o hacer algo, piensa que está demasiado triste para eso y decide quedarse en su cuarto, por lo que en ese instante se siente aliviada de no tener que enfrentarse al mundo exterior. A lo largo de los meses, Alba deja completamente el curso académico y no es capaz de salir de su cuarto sintiendo una tristeza diaria profunda, de la que no sabe salir.

Carmen, por otro lado, pide una baja de unos días, pero al cabo de un tiempo, piensa que tiene que seguir adelante y que lo mejor para ella es retomar su vida. Además, tiene que pagar las facturas y está al cuidado de su perro, que no puede desatender. Comienza por reincorporarse a su trabajo. Saca cada vez más a su perro porque es el momento del día en el que mejor se encuentra y comienza a ver a sus amistades de nuevo que la han estado apoyando. Además, los horarios de trabajo y las salidas con su perro hacen que las comidas y el sueño se vuelvan a regular, lo que mejora su estado general. Al cabo de un tiempo, Carmen vuelve a su estado de ánimo habitual.

En ambos ejemplos podemos decir que, ante un mismo evento doloroso, Alba ha desarrollado una depresión mientras que Carmen no. Cada una ha pasado por un proceso en el que se han desarrollado estrategias de afrontamiento diferentes, con las condiciones individuales y un contexto concreto.

También es importante señalar que no en todos los casos de depresión existe un evento concreto doloroso, a veces, el proceso ocurre por otro conjunto de razones contextuales.

Estrategias para tratar la depresión: cómo puede ayudar la terapia cognitivo-conductual a las personas que sufren depresión

En la clínica vemos todas las semanas algunas personas que vienen con un único motivo de consulta: volver a encontrarse bien. Muchas veces, estas personas han desarrollado una depresión y se han visto en un punto en el que no se reconocen, diciendo que ya no ríen como antes, que las actividades que antes les gustaban ahora les cuesta realizarlas y que ahora se caracterizan por un desánimo continuo que no saben manejar. Sin embargo, también observamos cómo estas personas mejoran a lo largo de las sesiones de la mano de una terapeuta.

La terapia cognitivo-conductual es el enfoque que más soporte empírico ha recibido para el tratamiento de la depresión (y de otros problemas psicológicos) y aborda cada caso de manera individualizada y única.

Para comenzar a tratar un caso de depresión, lo primero que hacemos es una exhaustiva evaluación, ya que, aunque conocemos muy bien este problema, se puede dar de formas muy diferentes en cada persona.

Es importante saber cuándo y de qué modo se pudo originar, que circunstancias rodean a la persona, cómo son sus áreas vitales principales, si ha recurrido a algún intento de solución anterior…

Una vez tenemos toda la información necesaria, hacemos una devolución a la persona con la finalidad de que también pueda comprender mejor el problema y la manera en la que vamos a trabajar en él.

Según el análisis que se hace de cada caso se generan unos objetivos con su respectivo plan de intervención, que es individualizado. Aun así, existen algunas estrategias que se utilizan en un gran número de casos de depresión por características similares en el problema.

En algunas ocasiones se observa un mal proceso de un evento doloroso. Esto requiere por parte del terapeuta guiar a la persona para que pueda superar ese evento gradualmente y de la mejor manera posible.

Otro foco de intervención suelen ser los pensamientos negativos recurrentes. Muchas veces la culpa, las preocupaciones o las verbalizaciones de impotencia ante una situación de malestar pueden ser clave en el foco de la intervención. El terapeuta utilizará técnicas para el moldeamiento de estas creencias o pensamientos tan intrusivos, que puede pasar desde la identificación de los mismos, hasta el debate de ellos en sesión. Sin embargo, algunas veces también se entrenarán estrategias para combatir los pensamientos persistentes y que no gobiernen la vida de la persona.

La disminución de actividades placenteras y del contacto con los demás es otra de las situaciones que se suelen abordar en sesión. En este caso, la intervención se enfoca en el aumento progresivo de actividades gratificantes, dando a la persona las herramientas necesarias para conseguirlo.

También resultan importantes las estrategias encaminadas al cambio en diferentes variables del contexto de la persona. Guiándola en la mejora de circunstancias que pueden estar dificultando el proceso, por ejemplo, relacionados con la alimentación o el sueño, el contexto social u otro tipo de factores que aparecen en su día a día. Algunas veces se incluye a personas cercanas en la terapia para poder dar pautas que ayuden en el proceso.

Por último, las personas deprimidas pueden llegar a presentar ideación suicida. En estos casos se evalúa el riesgo en terapia y también se trabaja el problema, dotando a la persona de recursos y un protocolo de actuación en caso de emergencia.

Creencias y pensamientos negativos de la depresión

Entre todas las características de la depresión, las creencias y los pensamientos negativos son un componente importante. Las personas con depresión pueden presentar un tipo de pensamiento con contenidos pesimistas y desesperanzados.

En terapia se utiliza la metáfora de las gafas tintadas. Se compara a llevar unas gafas que tiñen de negro la realidad que vemos, y esto, a su vez, nos hace actuar de determinadas maneras que pueden mantener el problema o agravarlo. A través de las sesiones se va trabajando para que el filtro de las gafas sea cada vez más transparente y por tanto, ajustado a la realidad, para que no se experimenten tantas sensaciones de malestar que generan este tipo de pensamientos y la persona pueda actuar adecuadamente ante las demandas del día a día.

Además, existen muchos mitos y estigmas alrededor de la depresión, que pueden llegar a hacer creer a la persona que nunca podrá salir de esta situación. El mejor lugar para abordar estas creencias es en sesión con un buen profesional.

¿Cuánto tiempo puede durar un tratamiento para la depresión?

Como con todos los problemas psicológicos, no es posible definir el tiempo exacto de la terapia, ya que el avance depende de múltiples factores, como la complejidad, intensidad y longevidad del problema, el cumplimiento de las pautas o el contexto de la persona.

Es importante tener en cuenta que el proceso es gradual y progresivo, y que en todo momento el terapeuta te informará de los avances y el punto en el que se encuentra la terapia.

Referencias:

American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). American Psychiatric Publishing.
Froxán, P., & Santacreu, M. (1999). Qué es un tratamiento psicológico. Biblioteca nueva.
Froxán, P. (2022). Tratando… Depresión. Guía de actuación para el tratamiento psicológico. Editorial. Pirámide.

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