Durante décadas, la práctica deportiva en mujeres ha estado fuertemente marcada por un objetivo estético de adelgazar o “tonificar”. Desde edades tempranas, muchas niñas se acercan al deporte con una motivación externa a ellas: el cuerpo como carta de presentación a partir de la cual van a ser tratadas diferencialmente; o entendiendo el cuerpo como territorio a corregir y controlar para alcanzar estándares imposibles.
En los últimos años ha habido un incremento de la presencia de mujeres en el deporte español, reflejo de ello es el aumento en un 33% de las licencias deportivas femeninas desde 2010 hasta 2023.
Sin embargo, el deporte femenino sigue estrechamente ligado a la presión estética. Así, los deportes no competitivos más elegidos por las mujeres son el gimnasio, running, natación y caminar. Se sigue observando una tendencia a practicar actividades deportivas individualistas y que giran en torno al cardio. Aunque últimamente están tomando más relevancia los cuerpos femeninos fuertes, la presión estética sigue siendo lo que guía la actividad física femenina, independientemente de la forma física que se busque.
Por ejemplo, en el Barómetro de Hábitos Deportivos 2020, del CSD más de 30% de las mujeres menores de 30 mencionaban la “pérdida de peso” y “mejora de figura” como motivos relevantes para practicar deporte.
Por otra parte, el deporte masculino suele ser entendido en mayor medida desde la diversión y el rendimiento físico y no solo desde la exigencia estética. Aunque también existe un componente estético, sobre todo entre los más jóvenes. De ahí que los deportes más elegidos por hombres sean fútbol, gimnasio (más predominantemente de pesas), deportes de raqueta, ciclismo y baloncesto.
Desde la psicología deportiva se ha observado en numerosos estudios que cuando la motivación para practicar deporte es de mayor componente extrínseco, como la validación social o la presión estética, tiende a ser menos estable en el tiempo y menos gratificante. Por ello, es muy habitual que cuando éstas son las motivaciones reales para practicar un deporte, haya periodos de práctica que se intercalen con periodos de inactividad, pudiendo afectar negativamente a la autopercepción y autoestima y favoreciendo la frustración, ciclo de culpa y desconexión con el propio cuerpo. El mejor predictor para mantener el comportamiento deportivo a través del tiempo es la motivación intrínseca.
Es por ello que resulta de suma importancia redefinir el por qué nos movemos. Hacer deporte no como castigo ni como requisito para gustar, sino como una manera de reconectar con el cuerpo desde el respeto, cuidado y placer.
La pregunta que puede iniciar este cambio es:
“¿Qué harías si moverte no tuviera nada que ver con modificar tu cuerpo?”

Justamente porque hemos visto la poca eficacia a largo plazo de la motivación extrínseca, es importante poder encontrar otras motivaciones que favorezcan su realización. Razones de esto pueden ser: sentirse fuerte, sensación de conectar con el cuerpo, socializar, dormir mejor, conectar con la naturaleza, reducir los niveles de estrés y regulación emocional.
Sin embargo, el éxito de este cambio no se debe únicamente a pensar que lo estamos haciendo por ello, sino a que la realización de deporte venga guiada por esas razones y deje de estar guiada por las otras.
Un ejemplo podría ser que después de una comida copiosa no venga la práctica deportiva como forma de compensación, sino que elijamos otro momento para la realización deportiva. Otro momento para realizar la actividad deportiva puede ser porque te sientas estresada o hayas pasado mucho tiempo trabajando sentada y notes tu cuerpo rígido.
Es normal que hacer esto las primeras veces resulte extraño y hasta pueda parecer que nos estamos engañando. Esto es porque estamos tan acostumbradas a relacionarnos desde la exigencia con el deporte, que puede hacernos sentir inseguras o confusas comenzar a hacerlo desde otra perspectiva.
Además, puede resultar difícil saber si lo estamos haciendo por la motivación extrínseca o intrínseca ya que no suele ser completamente una u otra. ¿Cómo saber, entonces, si te estás relacionando bien con el deporte? Generalmente, un buen predictor de buena relación con el deporte es tener ganas y disfrutarlo y, que en caso de no practicarlo por la razón que sea, que no aparezca culpa.
Transformar la relación con el deporte empieza por mirar hacia adentro: ¿por qué me muevo hoy? Registrar nuestros motivos con honestidad (estética, estrés, rutina, placer, culpa) es el primer paso para tomar decisiones más conscientes. No se trata de juzgarlos, sino de entender desde dónde nace el impulso.
Una vez detectados, podremos redefinir los objetivos: pasar del “quiero verme de tal forma” al “quiero sentirme con más energía”, “quiero dormir mejor”, “quiero conectarme conmigo”. Cambiar la pregunta de cómo quiero que se vea mi cuerpo a cómo quiero vivirlo puede ser profundamente liberador.
Celebra los logros que reflejen el cambio: pueden ser funcionales (levantaste más peso, pudiste sostener una caminata larga, …), dejar de actuar por razones antiguas (como compensación) o simplemente lo hiciste, aunque no tenías ganas. Eso también es progreso.
Rodearte de entornos que no hablen todo el tiempo del cuerpo —ya sea en redes sociales, en el gimnasio o en conversaciones cotidianas— ayuda a sostener el cambio. Y no subestimes practicar la autoobservación sin juicio como herramientas conductuales clave para construir una relación más amable y duradera con el movimiento y el cuerpo.
Aun así, hay un cambio en el deporte femenino que es esperanzador. Cada vez más mujeres practican más deporte con el objetivo de divertirse y disfrutar de su cuerpo en movimiento. Así, cada vez son más comunes prácticas deportivas como zumba, fútbol, escalada o yoga, que fomentan la propiocepción y la valoración física desde otros prismas, más allá de la belleza.
El deporte puede ser un espacio seguro y amable para disfrutar de aprender, socializar y moverse. Aunque no todo depende de lo que nosotras queramos que sea por las variables macrocontingenciales como es la cultura, sí podemos influir en construir en nuestro alrededor maneras de entender el cuerpo y el movimiento desde posicionamientos más amables con nosotras mismas
Referencias:
- Consejo Superior de Deportes. (2024). Datos de licencias federativas por género y deporte. Ministerio de Cultura y Deporte. https://www.culturaydeporte.gob.es
- Deci, E. L., & Ryan, R. M. (2000). Self-determination theory and the facilitation of intrinsic motivation, social development, and well-being. American Psychologist, 55(1), 68–78. https://doi.org/10.1037/0003-066X.55.1.68
- Louveau, C. (2004). El cuerpo de las deportistas: entre libertad y control. Apunts. Educación Física y Deportes, 75, 90–99.