«Yo lo único que quiero es que seas feliz»

por Oct 6, 2018Blog2 Comentarios

¿Puede ser una de las frases más repetidas de nuestra sociedad? (junto con otras clave como el famoso aforismo “es malísimo usar bastoncillos para los oídos” o la conocidísima “o no nos vemos nunca o nos vemos todos los días”)

Cuando alguien quiere que seamos felices (y recordemos que además no quiere otra cosa) podemos sentir la embriaguez del amor que se nos expresa a la vez que el terrible peso de la incertidumbre de no saber si vamos a poder darle lo único que nos ha pedido.

Hubiera sido más sencillo (aunque menos poético) que lo único que la otra persona quisiera fuera que aprendiésemos a hacer paella porque sabríamos lo que hay que hacer o al menos a quién preguntar.

Desde los primeros filósofos hasta las últimas charlas TED, pasando por los anuncios de … (sustituir puntos suspensivos por cualquier producto) se nos ofrecen multitud de recetas para alcanzar la felicidad, entonces, ¿cuál es el problema?

 

«Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera».
León Tolstói (Ana Karenina)

En el inicio de Ana Karenina, Tolstói nos ofrece una respuesta: el problema es que hay muy pocas maneras de ser feliz y muchas de no serlo, o muchas condiciones que cumplir para serlo, de manera que en cuento falla alguna…

la felicidad

Algo parecido a lo que mucho antes y de otra manera ya había dicho Aristóteles:

«Hay que añadir aún que de muchas maneras puede uno errar, pues el mal, como se lo representaban los pitagóricos, pertenece a lo infinito, y el bien a lo finito, y de una sola manera es el acierto. Por lo cual lo uno es fácil, lo otro difícil: fácil el fallar la mira, difícil el dar en ella. Y por esto, en fin, es propio del vicio el exceso y el defecto, y de la virtud la posición intermedia: los buenos lo son de un modo único, y de todos los modos los malos».  Aristóteles (Ética nicomáquea)

Parece pues que hay que hacer muchas cosas para alcanzar la felicidad. Y bien hechas. No vale así de cualquier manera, no vale hacer por hacer, sin dedicación ni motivación, sin miras al futuro, al mundo, a la grandeza. Eso sí, ahora podemos entender por qué hay tantas recetas para la felicidad: la cuestión no era hacer una buena paella sino convertirse en Maestra Cocinera.

Va surgiendo además otra de las características que subyacen al concepto de felicidad: o lo eres o no. Es decir o eres feliz al completo y estás dentro de una esfera mágica con salud, dinero y amor y una familia feliz y amigos y una casa en la playa y un perro que sabe usar la caja de arena de la gata, o simplemente no lo eres. Es como estar embarazada: o lo estás o no lo estás. La felicidad igual. Y del mismo modo que es mucho más frecuente en la vida de cualquier mujer  el estado de no embarazada también es mucho más frecuente en la vida de cualquier ser humano no ser feliz, no encontrarse en ese estado de completa paz, completa alegría y completo todo.

Siguiendo la misma lógica para que no nos perdamos nadie, ahora mismo hemos llegado a la conclusión de que para ser feliz tienes que ganar MasterChef embarazada: se puede hacer, pero no todo el mundo y no todo el rato.

Pero.

¿Y si no fuera así?

la felicidad

“El secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos”.  Sócrates

¿Y si no hicieran falta tantas cosas? ¿Y si en realidad no hiciera falta nada? ¿Y si fuera cuestión de grado? ¿Y si colocamos una cosa, sólo una cosa, durante diez minutos al día, de las que nos hacen sentir bien? ¿Y si para cada persona esa cosa es diferente pero sirve para lo mismo? ¿Y si una vez al mes cambiamos esa cosa por otra y vemos qué pasa? ¿Y si voy haciendo mi receta? ¿Y si de vez en cuando pruebo la tuya?

¿Haciendo estas cosas alcanzaríamos la felicidad? ¿Para siempre? ¿Para algún rato? ¿En algún grado?  ¿Hay alguna respuesta?

la felicidad

¿Y sí…?