Verano
Sale un rayo de sol y empieza el bombardeo: las farmacias cambian los escaparates y ponen los productos adelgazantes en primera fila; los herbolarios sacan sus carteles de: “pierde peso rápido”; las redes sociales se llenan de planes “detox” y los gimnasios te dicen que aún estás a tiempo.
Y yo me pregunto: ¿A tiempo de qué? ¿De perder mi salud mental por querer adelgazar?
Y es que hay una cosa muy importante que a veces se nos olvida, ganar dinero con la insatisfacción corporal de las mujeres es un negocio muy rentable.
La temporada primavera/verano implica un cambio de armario, implica enseñar partes de tu cuerpo que llevas meses tapando y darte cuenta de que tu cuerpo ha cambiado, incluso es posible que la ropa del año pasado no te valga.
Si la sociedad hubiera tratado de una forma diferente a nuestros cuerpos, este cambio de armario sería un mero trámite, lo que nos vale se queda, lo que no nos vale se dona o se vende y compramos lo que necesitemos en una o dos tallas más grandes, priorizando nuestra comodidad.
Sin embargo, nos han enseñado a odiar y a esconder nuestros cuerpos, lo que convierte el cambio de armario en un proceso doloroso, incómodo y que genera muchísimo malestar.
Nos negamos a cambiar de talla, como si el número de una etiqueta nos definiera de alguna forma, sin darnos cuenta de que nuestro valor como personas no reside en nuestra talla de pantalón.
Yo misma, como nutricionista, sigo siendo la misma profesional en una talla 38 y en una talla 44. A pesar de ello, aceptar que los cuerpos cambian con el tiempo es todo un reto.
Nos lo han dicho muchas veces de forma directa con frases como: “con lo guapa que eres de cara, qué pena que estés tan gorda”. Pero tampoco hace falta que nos lo digan, porque las campañas de las marcas de ropa de baño desconocen lo que es la inclusividad en el tallaje, y las fotos de sus modelos, casualmente son siempre de mujeres delgadas que usan la talla de bikini más pequeña de todo el catálogo. No te están diciendo directamente en negrita y subrayado que tu cuerpo no es un cuerpo válido para llevar un bikini, simplemente están excluyéndote de la posibilidad de planteártelo, aunque quisieras, no podrías.
Mandar un mensaje más o menos directo sobre cómo deben ser los cuerpos para que sean socialmente aceptados es completamente vergonzoso y contraproducente para nuestra salud.
Los procesos de pérdida de peso intencionada que implican la realización de dietas, planes “detox”, consumo de batidos y/o suplementos adelgazantes de algún tipo, tiene una repercusión negativa sobre nuestro metabolismo.
Nuestro metabolismo hace referencia a los procesos que ocurren en nuestro cuerpo para obtener energía de los alimentos. Básicamente comemos, hacemos la digestión y en nuestro intestino se absorben los nutrientes necesarios para que nuestro cuerpo pueda funcionar con normalidad.
Si empezamos a jugar con este mecanismo que funciona a las mil maravillas, lo estropeamos. Comer por debajo de nuestras necesidades, recortar grupos enteros de alimentos o nutrientes, incluso limitarnos a beber zumos, le ponen el trabajo muy complicado a nuestro metabolismo y tiene que buscar otras maneras de conseguir la energía que necesita.

Forzar esta máquina se ha puesto muy de moda para experimentar con ella y vender remedios milagrosos, las dietas cetogénicas que eliminan casi por completo los hidratos de carbono de la alimentación o el ayuno intermitente son algunos ejemplos.
A largo plazo, todos estos planteamientos no son sostenibles, provocan un ciclo de pérdida y ganancia de peso que perjudica nuestra salud.
Pero ¿por qué tienen tanto éxito? Porque su fórmula “funciona” muy rápido. Cuando comemos por debajo de nuestras necesidades nuestro cuerpo obtiene energía de sus propias reservas, tenemos unas reservas maravillosas almacenadas en nuestro hígado y en nuestros músculos, estas reservas se llaman “glucógeno”. Este glucógeno se almacena con agua y cuando nuestro cuerpo lo utiliza porque no está obteniendo suficiente energía de los alimentos, se pierde peso de forma rápida. No se pierde tejido graso ni muscular, se pierde glucógeno y agua, por lo que el número de la báscula cambia, pero nuestra composición corporal sigue siendo la misma.
Esto no te lo explican cuando te venden el método milagroso, solo se encargan de pesarte en ese preciso instante para que tengas la sensación de que ha funcionado.
Piensas que el dinero pagado ha sido una inversión y que te ha merecido la pena, así que lo pagas con gusto, aunque sea desorbitado.
El plan milagroso termina, porque el objetivo se ha cumplido. ¿Ahora qué pasa? Esto tampoco te lo cuentan, pero tu cuerpo tiene unos mecanismos de supervivencia que te van a pedir recuperar el peso perdido por diferentes vías, incluso puede que recuperes más de lo perdido por esa restricción previa. Igual que cuando buceas sin respirar y sales a la superficie y coges una gran bocanada de aire. Cuando restringes tu alimentación durante mucho tiempo, el siguiente período conllevará una ingesta de alimentos mayor.
En este momento podrías pensar que te han estafado, que han jugado con tu salud y que no has aprendido nada. No has podido aprender qué son unos hábitos sostenibles, qué forma de alimentación se adapta a tu estilo de vida y circunstancias, ni cómo de importante es tu relación con la comida y con tu cuerpo. La voz que resuena en tu cabeza es la de: “me ha faltado fuerza de voluntad”. Cuando realmente la fuerza de voluntad, siento decíroslo, no existe.
Nos culpamos a nosotras mismas como si tuviéramos que saber de absolutamente todo, de alimentación, de ejercicio, de cocina, de educación, de psicología y de mil millones de cosas más. Cargamos sobre nuestros hombros una responsabilidad que no nos corresponde, la culpa no es tuya, la culpa es de la persona en la que has confiado, que debería ser profesional y velar por tu bienestar, no por su cartera.
Así que el año que viene vuelves, vuelves a esa consulta de nutrición en la que te pesan, te miden y te dan un “plan”. ¿Por qué? Porque el año pasado te funcionó.
¿Es mentira? Por supuesto que es mentira, pero entras en una rueda de hámster que no te deja ver más allá. La sociedad y el contexto alimentan esa teoría de que adelgazar es lo que deberíamos perseguir para tener cuerpos válidos.
La realidad es que todos los cuerpos son válidos, que todos los cuerpos merecen respeto, y que no podemos decir nada de la salud de una persona juzgando su aspecto físico.
Piénsalo dos veces antes de empezar ese “plan”, piensa todo el sufrimiento que conlleva, tu salud física, tu salud mental, tu salud social. Tu vida entera se va a ver limitada porque no comemos una vez al mes, comemos todos los días, varias veces, todas las semanas y todos los años. A través de la alimentación compartimos, celebramos, disfrutamos, viajamos, experimentamos, incluso la usamos como lenguaje de amor.
No dejes que un bikini te limite, busca ayuda, ve a terapia, trabaja en la aceptación corporal, busca marcas inclusivas, rodéate de personas que conviertan los espacios que compartís en lugares seguros. Hay otra forma de hacer las cosas, hay otra forma de tratarnos y de hablarnos, hay otra forma de vivir el verano. De todo se sale, hasta de la cultura de dieta, así que tómate el tiempo que necesites y sal corriendo de los “planes nutricionales para lucir tipazo este verano”.
Un abrazo amiga.
Escrito por Sofía Guiaquinta