Una historia

por Abr 25, 2019Blog2 Comentarios

A:

Trabaja desde hace 20 años en la misma empresa. Empezó con 16 mientras estaba aún en el instituto y durante años estuvo compatibilizando ambas dedicaciones. Fue ascendiendo en la empresa y hoy es una de las personas con mayor antigüedad y más conocimientos de la misma.

Se casó y tiene dos hijos y una hija.

Pasa gran parte de su tiempo libre con familia y amigos. Se reúnen en su casa habitualmente donde prepara comidas, cenas y ¡a veces hasta desayunos! A todo el mundo le encanta ir a su casa por lo acogidos que se sienten.  

palabras para contar una historia

Tiene un perro al que suele sacar a pasear por un parque cercano, este suele ser su momento de desconexión, en contacto con la naturaleza medita sobre su vida, el pasado, sus propósitos de futuro…

Además de esto le gusta leer, el cine, sigue alguna serie y le encantaría pasarse un año dando la vuelta al mundo sin más preocupación que saber cuál sería el próximo destino.

B:

También empezó a trabajar a los 16, repartiendo pizzas los fines de semana para sacarse un dinerillo. Los estudios se le dieron bastante mal y después de repetir varios cursos decidió dejarlos y trabajar en la pizzería a tiempo completo. Con 18 se quedó embarazada de su primer hijo y se vio casi obligada a casarse ya que sus padres la echaron de casa. Su marido pasó de ser un chaval gracioso a un vago impenitente que trabaja cuatro horas al día y en casa por no hacer no hace ni acto de presencia. Una noche y un descuido trajeron de regalo a los gemelos.

nuestra vida es aquello que nos contamos que es

Actualmente continua en la pizzería aunque ahora es encargada trabaja casi cincuenta horas semanales.

Su hermano y su madre viven a dos calles y pasan mucho tiempo en casa para cuidar a los niños y ella tiene que encargarse de las comidas de todo el mundo aumentando así su horario laboral en horas y horas.

También tiene un perro que su marido trajo a casa porque era un cachorro adorable y lo iban a sacrificar. Los niños se volvieron locos con él, y ¿Qué iba a hacer ella? Pues lo que hace: encargarse de que salga, de que tenga comida, del veterinario…

Y pasa los días soñando con que le toque la lotería y salir huyendo, a cualquier lugar donde le hagan la comida a ella y, a poder ser, soleado.

Supongo que alguien ya lo habrá supuesto, pero, por si acaso: A y B son la misma persona.

Las palabras que usamos para contarnos nuestra historia promueven emociones muy distintas. De hecho pueden hacer que la misma historia parezca tan diferente que esté hablando de personas diferentes. Y de alguna manera así es. Ya que la persona que se cuenta la historia como A tendrá una autoestima, un grado de bienestar y una motivación para alcanzar sus objetivos tan diferente a la persona que se cuenta esa misma historia como B que les llevaría a tener comportamientos tan dispares que, efectivamente, casi podríamos hablar de dos personas.

Podemos trasladar el mismo ejemplo a algo que nos habrá pasado frecuentemente: a mi amiga C le encantó “La La Land”. A mí no. Sí un amigo común nos pregunta por la última película que hemos visto y sin decir el título ella habla de su reacción hacia la película y yo de la mía, es muy probable que nuestro amigo común piense que estamos hablando de películas distintas (de hecho cuando C me habla de La La Land estoy convencida de que vimos películas diferentes…)

Esto no supone que es mejor pintar de rosa cada esquina de mi existencia para sentirme mejor. Es más: rara vez funciona. Lo que implica es que los mismo hechos objetivos pueden tratarse con distintas subjetividades, y relacionarse así con sensaciones, emociones y comportamientos diferentes que nos llevarían a entender nuestra situación como algo aceptable, algo susceptible de modificación o simplemente, una pesadilla.Si no estoy conforme con mi vida es interesante tratar de cambiarla, pero ¿Qué hago con aquello que no puedo cambiar? ¿Puedo interpretarlo de otra manera? ¿Puedo contarme los hechos objetivos de manera que su significado me ayude a alcanzar mis objetivos y me aleje de lamentaciones que no conducen más que a aumentar mi grado de malestar?

Nuestra vida en definitiva es aquello que nos contamos que es.

Elijamos nuestras palabras. Y actuemos en consecuencia.

Escrito por Isabel Ávila

Para leer más sobre el lenguaje:

El poder del lenguaje en nuestro estado de ánimo