Muchas veces en nuestro día a día utilizamos palabras que engloban distintas características para así ahorrarnos tiempo, simplificar y organizar la información. Esto da lugar a las etiquetas. Por ejemplo: “esa chica estudiosa”, “el chico rápido”, “el pesado”, etc. Estas etiquetas nos ayudan a prestar atención a diferentes rasgos que aportan y sirven para obtener información en el menor tiempo posible de forma sencilla. Pero como se puede ver, dicha forma de hablar no describe el porqué de esos términos ni explica nada sobre ellos.
En muchas ocasiones esta forma de describir a las personas también aparece en relación a los problemas psicológicos. Mucha parte de la población, nosotros mismos o nuestro entorno, se definen o describen a su entorno con una etiqueta diagnóstica. Por ejemplo: “el bipolar”, “el chico TLP”, “soy un deprimido”, etc. Por tanto, se utiliza la etiqueta diagnóstica que les han puesto (en terapia psicológica o en un ámbito médico o psiquiatrizado, normalmente) para presentarse y en variedad de ocasiones comportarse ajustándose a ella.
Pero ¿qué es una etiqueta diagnóstica?
¿Son útiles?
Las etiquetas diagnósticas son nombres que se les da a un conjunto de criterios para englobarlos. Básicamente, estas etiquetas, se podría decir que sirven para resumir un conjunto de conductas.
A nivel profesional podría decirse que son útiles para ahorrar tiempo hablando entre profesionales. Y a nivel social, muchas veces son tranquilizadoras para la población a las que se les ha puesto, ya que da nombre a una realidad que están viviendo.
¿Cuál es el problema de estas etiquetas diagnósticas?
El problema de estas etiquetas diagnósticas es que no sirven para explicar los comportamientos ni la conducta, y lo que hace es que muchas veces se cree una circularidad de explicaciones o tautología que no lleva a ningún punto: ¿Por qué te comportas así? Porque tengo depresión ¿Por qué tengo depresión? Porque me comporto así.
Así que al aplicar estas etiquetas a la población lo que se hace es que la mayoría de veces se estigmatice a las personas que las tienen y hace que se sientan como un diagnóstico, una etiqueta, en vez de como personas, porque su vida se resume en que se les nombre así.
Con estigmatizar nos referimos a poseer atributos que desvalorizan a la persona que lo tiene y que hace que los demás tengan estereotipos, prejuicios, actitudes o creencias negativas hacia ellas, haciendo que se sientan menos deseables socialmente por parte del resto de la población.
También se producen diferentes sesgos cuando se utilizan estas etiquetas, ya que pueden influir en esa misma persona y en los diferentes profesionales que la traten, llegando a darse una evaluación que puede quedar sesgada.
Asimismo, el uso de estas etiquetas podría decirse que proviene de un modelo médico y no psicológico, haciendo que se sitúe el origen del problema en algo interno u orgánico mostrando a la persona a la que se le ha dado que es algo que no puede manejar, y dejando fuera de su control la capacidad de cambio.
¿Entonces?
Desde el punto de vista psicológico, estos términos a nivel psicológico sólo deberían utilizarse – como mucho – como una forma de comunicación entre profesionales. Además, se debería evitar hablar a la persona que tiene ese conjunto de criterios que se englobarían como una etiqueta como si fuera un diagnóstico en vez de tratarla como a una persona que acude a consulta por diferentes motivos.
Para las personas a las que son útiles estos términos se les podría aclarar para qué son esas etiquetas: únicamente un nombre que sirve para agrupar diferentes sucesos que están ocurriendo a dicha persona, pero que aporta poco – o nada – de información y no añade ninguna explicación, ya que los problemas psicológicos pueden manifestarse de forma diferente en cada persona.
A nivel profesional, en estos casos sería más útil el uso de herramientas como el análisis funcional. El análisis funcional explica realmente y de forma científica en base a los principios de aprendizaje y a las variables de la persona y del comportamiento el problema demandado, y no solo se queda en una palabra que engloba un conjunto de criterios, que es lo que pasa al usar etiquetas diagnósticas.