¿Por qué a veces sentimos que somos nuestro peor enemigo?

por Feb 27, 2019Blog0 Comentarios

“¿Cómo soy capaz de decirme estas cosas?”; “Nadie me trata peor que yo”; “Yo no le diría esto nunca a ninguna otra persona”; “Soy demasiado duro/a conmigo mismo/a”…

Estas frases son algunos ejemplos de pensamientos que podemos tener cuando somos conscientes de nuestra manera habitual de referirnos a nosotros mismos y lo que hacemos: la crítica. Pero, ¿por qué nos criticamos a nosotros mismos? ¿Cuál es el motivo por el que nos llegamos a hacer tanto daño? ¿Acaso somos “masocas”?

Entender por qué nos llegamos a criticar tan duramente es el primer paso para cambiarlo. Como ya hemos comentado en posts anteriores, las personas no “damos puntada sin hilo”, es decir, por muy increíble que parezca, si mantenemos un comportamiento (como el de criticarnos a nosotros mismos) es porque nos reporta algún beneficio. ¿Qué tipo de beneficio?

Imaginaos por un momento que una persona continuamente dice de sí mismo/a que es “un/a maldita vago/a”, porque en numerosas ocasiones posterga sus tareas académicas, del hogar, etc. ¿Qué le aporta decirse eso en el momento en el que se ha ido a la cama sin hacer dichas tareas? Lo que esa persona está haciendo es hacerse sentir mal por ello, lo que le lleva a crear un clima negativo que haga más probable que al día no vuelva a caer en lo mismo: si mañana hace las tareas se dejará de sentir mal.

Las personas hemos aprendido que hacernos sentir mal por lo que hacemos (o no hacemos) a veces funciona, es decir, a veces nos ayuda a cambiar y conseguir nuestras metas (por ejemplo, estudiar u ordenar la habitación). Sin embargo, esta forma de motivarnos tiene dos problemas. El primero de los problemas es el más evidente, y es que crear un clima emocionalmente negativo hace que nos sintamos mal, que vivamos angustiados y, además, acabemos sobredimensionando y exagerando las cosas y tengamos una imagen negativa y distorsionada de nosotros mismos. El segundo es que, aunque a veces funciona, otras muchas no. Todos tenemos la experiencia de que al final decirnos este tipo de cosas al final no llevan a ningún cambio real, es decir, mantenido en el tiempo. De hecho, nos acabamos refugiando en la crítica, porque a corto plazo es más cómoda que emprender y mantener dicho cambio.

¿Cómo podemos dejar entonces de criticarnos tan duramente a nosotros mismos?

 

  1. Entender por qué nos criticamos: Criticarnos es un hábito, lo hemos aprendido. A veces, incluso, nos lo han enseñado. A cuántos/as nos han dicho “anda, vago/a, ponte a estudiar” o “tienes que ir al gimnasio, que vas a echar unas cartucheras…”. Pero hay aprendizajes que son como un dibujo, podemos borrarlos y empezar de nuevo. El cambio es posible.
  1. No todo lo hacemos mal: No podemos emprender un cambio (por ejemplo, ser más constante con nuestras obligaciones o adelgazar) si antes no valoramos lo que ya estamos haciendo. Por estadística, algo estamos haciendo bien y nunca debemos perderlo de vista (algo es mejor que nada).
  1. Analizar nuestras condiciones: sin ánimo de ofrecer una visión decadente del mundo, vivimos en una sociedad donde trabajamos mucho y tenemos poco tiempo para el ocio y el descanso, donde la comida poco saludable goza de gran publicidad y márquetin y el acceso a ella es muy sencillo, etc, etc. Es fácil entonces que no nos apetezca seguir trabajando después de 8 horas de jornada o que nos comamos un par de chocolatinas una mañana. No podemos aislarnos del contexto en el que vivimos, por eso debemos normalizar lo que podemos llegar a hacer.
a veces somos nuestro propio enemigo
  1. Comenzar a hablar en términos concretos: a veces analizamos lo que ocurre en términos generales. Nos llamamos “vagos” o “gordos”, cuando sería mucho más correcto decir “hoy no he terminado el informe que tenía que final hoy” o “mi IMC es de 25”.  Si hablamos en términos concretos sabremos qué queremos cambiar.
  1. Anticipar lo que conseguiremos con el cambio: En vez de criticarnos por lo que hemos hecho o dejado de hacer, podemos empezar de cero anticipando las consecuencias positivas de lo que nos gustaría empezar a hacer. Es decir, si hoy no he estudiado lo que debería, en vez de llamarme “vago/a”, podría anticipar que si mañana estudio una hora me acabaré sintiendo bien y llevaré mejor el examen.
  1. Reforzarnos por aproximaciones a la meta: No podemos pasar de 0 a 100. Debemos valorar cada vez que hacemos un esfuerzo y conseguimos hacer algo encaminado a conseguir nuestra meta final. Si, por ejemplo, nuestra meta es empezar a comer más sano, reconoceremos y apreciaremos cada gesto que suponga introducir un alimento saludable a nuestros hábitos.

A veces somos nuestra propia policía, continuamente estando pendientes de qué hacemos o dejarnos de hacer, dispuesto a juzgarnos y recriminarnos lo que hacemos.

a veces somos nuestra propia policia

Pero ya hemos visto que lo contrario a la crítica no es cruzarse de brazos, ni tampoco hace falta que nos digamos “cosas bonitas” todo el rato. Si queremos cambiar tenemos que hacerlo desde la calma, sin juzgarnos, reforzándonos por los progresos que vamos consiguiendo poco a poco en una sociedad o circunstancias personales que no nos lo suelen poner fácil. La policía esta para protegernos, o así al menos debería ser.

Escrito por Víctor Estal