Padres e hijos: Dificultades de comportamientos más habituales
Los tiempos cambian, queremos dar a nuestros hijos todo lo que no pudimos tener y muchas veces nos vemos embargados en miles de nuevos métodos de enseñanza y consejos, tanto familiares como de los medios… pero al final muchos nos preguntamos qué debemos hacer para educar y controlar el comportamiento de nuestros hijos de forma adecuada.
En realidad es todo un arte y un gran aprendizaje.
Lo primero que debemos saber es que el comportamiento de nuestros hijos está regido por unos principios de aprendizaje, los mismos que también explican nuestro propio comportamiento. Conocer y entender estos principios será la clave para saber cómo gestionar las dificultades de comportamiento más habituales.
La mayoría de las cosas que hacen los niños son aprendidas. Las personas suelen hacer aquello que les produce satisfacción, interés o alivio. Por eso, lo que ocurre inmediatamente después de un comportamiento o acción del niño determinará si lo repetirá en el futuro y hasta qué punto lo repetirá.
Si la consecuencia que sigue es positiva o del agrado del niño, entonces la probabilidad de que el comportamiento se vuelva a dar es mayor; si por el contrario es negativa o aversiva para el niño, la probabilidad de que se vuelva a dar el comportamiento disminuirá. Ambos tipos de consecuencias hacen que el niño aprenda ese comportamiento.

Mamá o papá se han negado a darme de merendar galletas esta tarde, y yo decido ir a la cocina y buscarlas para comérmelas a escondidas. Las encuentro en el segundo cajón y me las como.
El comportamiento aprendido es que si quiero algo que me han negado, puedo buscarlo o hacerlo a escondidas, ya que la consecuencia de ese comportamiento ha sido positiva para mi. No importa si mis padres me pillan mientras me como la última galleta y me regañan o castigan por ello, ya que la consecuencia que afecta a mi conducta es la que sucede inmediatamente después de ella.
Si por el contrario, yo no hubiese encontrado las galletas por ningún lado (porque mis padres anticiparon que podría hacer eso y las escondieron muy bien), mi comportamiento de buscar a escondidas disminuiría su probabilidad futura.
Otra gran parte del aprendizaje infantil, a parte de darse por las consecuencias que le siguen (recordemos que tienen que ser inmediatas), también se hace a través del ejemplo y la imitación.
Los niños pequeños aprenden muchas cosas a partir de lo que los mayores hacen. Si nuestra relación con el niño es positiva y satisfactoria, es muy probable que el niño imite nuestra forma de comportarnos, sobretodo si observan que ese comportamiento tiene consecuencias positivas para nosotros.
Al igual que nosotros podemos controlar el comportamiento de los niños a través de nuestro propio comportamiento como modelo y de la consecuencias que le ponemos; los niños también pueden aprender a controlar muchas veces nuestro comportamiento (el de los adultos). Veamos la siguiente situación:
Miguel es un niño que siempre se ha quedado jugando solo mientras su padre hace la cena. Sin embargo, una tarde de lluvia y relámpagos, Miguel se asusta mucho y llama llorando a su padre. Éste después de tranquilizarle se queda el resto de la tarde jugando con él en vez de hacer la cena.
Al día siguiente, a la hora de hacer la cena, Miguel le pide a su padre que se quede con él por si vuelven los ruidos fuertes de los relámpagos. El padre le dice que solo se quedará 5 minutos pero cada vez que intenta ir a la cocina a hacer la cena, Miguel empieza a llorar y pedir que no se vaya. El padre no quiere quedarse toda la tarde con él porque sabe que se retrasará un día más la cena, pero como no quiere que su hijo llore y grite, cede y se queda con él.
Desde ese segundo día, el padre de Miguel tiene que quedarse con él todas las tardes porque sino el niño no juega solo ni le deja tranquilo.
Si observamos cómo se han desarrollado las cosas, podemos ver que el primer día Miguel estaba asustado y necesitaba consuelo. En los siguientes días solo necesitaba que le tranquilizasen y le recordasen que puede jugar solo y que no hay que tener miedo, pero obtuvo toda la atención de su padre, consiguiendo que éste se quedara a jugar con él durante ese rato. Empezó a aprender que llorar en ese momento producía esa atención y aunque no decidía hacerlo deliberadamente, ésta se hizo su conducta habitual en ese momento del día.
Por otro lado, el padre de Miguel tampoco quería quedarse allí todas las tardes, sin embargo, cada vez que se intentaba ir Miguel gritaba y aumentaba aún más el llanto, haciendo que ésta se sintiera mal y acabara cediendo con el objetivo de eliminar los llantos y gritos.

Este es un ejemplo de cómo no solo los padres controlan el comportamiento de los hijos sino que éstos también controlan el de los padres, aunque sea sin darse cuenta de ello.
Para evitar que se den este tipo de situaciones, es importante que sepamos cómo aprenden nuestros hijos y cómo podemos cambiar dichos comportamientos o estimular nuevos.
Aprender a:
- Mantener o aumentar los comportamientos que queremos que nuestros hijos hagan
- Eliminar los comportamientos disruptivos o inadecuados
- Tener una comunicación sana y eficaz
- Saber distinguir entre rabieta y desregulación
- O enseñar a nuestros hijos a resolver problemas
Son algunos de los aprendizajes que necesitamos para una buena relación con los pequeños de la casa.
Para más información sobre cómo adquirir esos aprendizajes, tenemos a disposición nuestro “Taller para padres”