Las emociones que nos impulsan

por Mar 7, 2019Blog1 Comentario

J. va al concierto de su cantante favorita. Siempre la ha visto en directo pero desde hace 3 años no tocaba en su país. Tiene unas ganas increíbles de que llegue el día, se sabe todas las canciones, se ha comprado ropa para la ocasión y ha quedado para hacer noche en la entrada y tener un buen sitio cerca del escenario. Cuando llega a la puerta se encuentra con que ha venido alguien más: una tal R., amiga de una amiga, que siempre ha querido ir a un concierto de esta cantante pero no había podido. R. está tan emocionada como J. y desde que les presentan no paran de hablar sobre cada tema, cada vídeo, de cómo tal canción supera a cualquier otra… Horas después empieza el concierto, con una puesta en escena espectacular, suenan todos los grandes temas y J. y R. disfrutan como nunca.

Llegan a sus respectivas casas y se dan cuenta de que no sólo han estado en el mejor concierto de la historia sino que en él han conocido probablemente al amor de su vida, porque esa forma de conectar, de estar de acuerdo en todo y de tener una sensación tan intensa al lado de alguien, que más que mariposas parecen jabalís, eso, eso tiene que ser Amor Verdadero.

J. y R. quedan unos días después a solas para cenar. Al principio se dedican a hablar del concierto y la emoción vivida. Después, de la vida. A qué se dedican, qué cosas quieren, qué cosas les gustan. Una velada… agradable. Y vuelven a sus respectivas casas con una sensación de desencanto. No son tan “almas gemelas” como parecía pero no es sólo eso. Podrían estar en desacuerdo en algunos temas siempre y cuando aquella sensación intensa del primer día hubiera permanecido. Pero a lo largo de la cita los jabalíes se tornaron mariposas que fueron escapándose poco a poco entre frase y frase.

¿Y la magia? ¿Y el amor?

Reflexionan por separado.

J. resuelve que el amor es efímero y nada se puede hacer para mantenerlo vivo ya que las emociones son ajenas a nuestro control.

R. llega a la conclusión de que su tendencia enamoradiza y romántica le juega siempre malas pasadas y que jamás encontrará a la persona capaz de mantener viva esta llama ya que ella no tiene lo necesario para enamorar de verdad a otra persona.

Y con estas reflexiones y de manera lógica, J. y R. No vuelven a verse. Jamás.

Pero

¿Es eso lo que ha pasado?

Veamos lo sucedido colocándolo en una secuencia de respuestas:

Emoción intensa – interpretada como “amor verdadero” – les lleva a quedar para nueva cita – emoción menos intensa – interpretada como fin de ese amor – y el comportamiento que sigue es el de no volver a verse.

Y pasan más cosas ya que hacen interpretaciones secundarias referidas a qué es y qué no es el amor,  a qué son y cómo funcionan las emociones y a las propias capacidades para amar y ser amada.

Pero.

¿Y si se equivocan? ¿Y si están perdiendo la oportunidad de conocer a alguien con quien formar una pareja maravillosa? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que la manera en que se han dejado llevar por sus sensaciones e interpretaciones no es acertada.

Las emociones son respuestas psicofisiológicas, es decir, tiene una parte fisiológica -la sensación que notamos en el cuerpo, “las mariposas”- y una psicológica -la interpretación que hacemos de dicha sensación-. La interpretación que hagamos dependerá de varios factores, unos referidos a la historia de la persona – en qué otras ocasiones he sentido esto, con quién estaba, qué pasó, etc- y el contexto en que se da esa sensación.

No conocemos las historias previas de J. y R. pero sí tenemos datos sobre el escenario en que se dieron los hechos: concierto, cantante favorita, luces, música… todo un conjunto de estímulos que hizo que prácticamente cualquiera que estuviera allí sintiera una activación fisiológica, en principio evaluada como agradable -por eso vamos a estos eventos-, mariposas, aceleración de ritmo cardíaco, hormigueos… todas esas sensaciones que se parecen mucho a las que sentimos delante de alguien que nos atrae. De manera que J. y R. se atraen y coincidieron en algunos temas mientras estaban a la espera y en el concierto, por lo que “se suman” las dos activaciones -atracción y concierto- e interpretan que toda la activación se debe a la otra persona por lo que malinterpretan más atracción de la que hubo y al verse en una situación más relajada y con un nivel de activación menor malinterpretan que no hay atracción ninguna. (Además del resto de reflexiones erróneas que hacen)

Así un encuentro casual que podría haber desembocado en una relación interesante no llegará a nada porque en realidad conocemos muy poco acerca de qué son las emociones, de cómo funcionan o de qué podemos hacer para no estar a la deriva de los que sentimos sin saber muy bien por qué.

La Psicología estudia éstas y otras respuestas de las personas precisamente para entender por qué y para qué hacemos/pensamos/sentimos como lo hacemos y qué podemos hacer para cambiarlo si es que no estamos satisfechos o si queremos mejorar, alcanzar nuevos objetivos o, como mínimo, dejar de sufrir.

Uno de los trabajos más conocidos sobre este tema lo realizaron Dutton y Aron en 1974. Llevaron a cabo un experimento que voy a resumir brevemente. Un grupo de hombres heterosexuales tenían que realizar una entrevista sobre un paisaje con una mujer atractiva. Para realizarlo utilizaron 2 puentes: el primero de ellos era bastante seguro y el segundo fue construido con madera y cuerdas en 1889, mide 137 m., tiene una caída de 70 m. y se balancea mucho con el viento. Los participantes tenían que cruzarlos y al final estaba la entrevistadora. Ella les preguntaba y después les daba un número teléfono para que llamaran si querían consultar o añadir algo. Los hombres que habían cruzado por el puente inestable llamaron más y con claras intenciones románticas, además de usar más términos emocionales en las descripciones de paisajes. 

Los del puente estable, por el contrario, hicieron descripciones mucho menos emocionales y prácticamente no llamaron.

Si imaginamos las sensaciones que tendríamos al cruzar un puente de aquellas características ¿qué sentimos? ¿palpitaciones? ¿sudor? ¿aceleración de la respiración y el ritmo cardíaco? Y ¿no se parece mucho a lo que sentimos cuando estamos delante de alguien que nos atrae? Y más aún ¿qué cantidad de sensaciones puede que hayamos malinterpretado hasta ahora?

Escrito por Isabel Ávila

Para leer más sobre emociones:

Por qué la música nos hace sentir