La autoestima: ese concepto.
La autoestima
La autoestima: ese concepto. Tan popular que está presente en multitud de conversaciones, escritos y consultas de psicología. Tan engañoso que nos lleva a equívocos sobre qué es o para qué sirve y del que hemos asumido algunas de las siguientes características:
- Es algo que tenemos dentro, como si fuese algo material que pudiésemos observar con una radiografía.
- Puede variar de cantidad, como si ese algo material fuese un tarro, una caja, un recipiente que pudiera estar más o menos lleno.
- Dicha cantidad nos es dada de manera que si me ha tocado tener 3 tendré poca autoestima y si lo que me ha tocado es un 7 estaré mejor dotada, como si lo equiparásemos a me han tocado 153 cm de estatura o 177cm.
- Es bastante estable en el tiempo de manera que si me tocó un 3, poco o nada puedo hacer para tener un 7. Quizá con algo de esfuerzo, terapia y buenos libros alcanzaría un 4, un 4,5 o incluso un 5.
- Es la respuesta a algunas de estas preguntas: ¿por qué me siento así?, ¿por qué dejo que otras personas me traten como me tratan?, ¿por qué no consigo alcanzar mis objetivos? Y muchas otras que resolvemos con un “es que tengo poca autoestima”. Y pongo poca porque no suele oírse a nadie a quien le vaya bien la vida alegando que la causa es tener mucha, ¿no? Obsérvese la rareza:
Ejemplo 1
A: Me encanta verte con tu pareja, ¡tenéis una relación tan bonita! Se ve que os queréis y que estáis bien, ¿cómo lo hacéis?, ¿cuál es el secreto?
B: Bueno, verás, es que yo tengo la autoestima alta.
Ejemplo 2
A: ¡Qué bien le va a C en su profesión!, ha conseguido llegar adonde quería y es obvio que disfruta con lo que hace. ¡Qué suerte! ¿Qué habrá que hacer para conseguir lo mismo?
B: Bueno, verás, es que C tiene la autoestima alta.
¿Verdad que las intervenciones de B no solemos escucharlas? las respuestas de B sugieren que no se puede hacer nada porque depende de algo que está dentro, tiene una cantidad concreta y no se puede variar.
¡Pero es que A está preguntando qué hay que hacer!

No se trata de negar la existencia de la autoestima sino de reflexionar sobre las características que le suponemos, de asumir una mirada crítica sobre aquello que, a veces, creemos sin más.
Más reflexiones al respecto de la autoestima:
La autoestima literalmente habla de lo que yo me estimo, de manera que ¿cómo es posible que creamos que depende de lo que otras personas nos valoran, quieren o, en fin, estiman?
En la mayor parte de ocasiones tenemos bastante claro qué personas nos quieren y si hacemos un pequeño esfuerzo podremos decir qué es lo que hacen esas personas para que lo sepamos, la pregunta es ¿hago yo algo que me haga entender que yo me aprecio, me valoro, me estimo? Las cosas que me digo, la manera en que me critico, en que me juzgo, las cosas que hago por y para mí, ¿se parecen a lo que hago cuando quiero que otra persona sepa que la valoro y la quiero?

El uso del término autoestima es relativamente moderno si lo comparamos con su antecesor el amor propio. Aunque si nos metemos en definiciones técnicas encontraremos algún matiz diferenciador, lo que más separa a ambos conceptos es qué función les damos. Como hemos visto entendemos que la autoestima es algo que tenemos ya y que de ella depende cómo nos sintamos o comportemos en ocasiones. Es decir, la autoestima tiene la función de ser la causa del comportamiento. El amor propio se entendía a menudo al revés, de manera que podíamos escuchar que alguien nos dijera algo como:
“Ten un poco de amor propio y no vuelvas a llamarle”
Se entendía que el amor propio dependía del comportamiento, es decir, el comportamiento como causa y el amor propio tendría función de consecuencia. De lo que yo haga dependerá la “cantidad” de amor propio que tenga y no lo contrario.
El cambio de terminología ha facilitado que pensemos en estos conceptos de manera diferente y dificultado que nos hagamos responsables de la forma en que nos tratamos, nos valoramos y apreciamos. Aunque sepamos que todo lo que comienza por auto en realidad comienza en mí.
Escrito por Isabel Ávila
