¿Existe el síndrome premenstrual?
¿Existe el síndrome premenstrual?
El término “síndrome premenstrual” (SPM) se utiliza cada vez más en el vocabulario popular para referirse a los signos desagradables y el malestar que puede aparecer los días previos a la menstruación.
Probablemente hayas escuchado o te hayas visto diciendo alguna de estas frases: “Ya ha aparecido el grano del SMP”, “estoy que no me aguanto, será por la regla”, “con el SMP me siento hinchadísima, da igual lo que coma, me sienta mal”, “me duele la cabeza, me va a bajar la regla pronto”…
Pero, ¿de qué estamos hablando cuando nos referimos al “síndrome premenstrual”?
El SPM se define como una serie de signos físicos y psicológicos que afectan a alrededor de un 90% de las mujeres en etapa reproductiva durante la fase lútea del ciclo menstrual (fase previa a la menstruación). Algunos de estos signos son:
Hinchazón, irritabilidad, cansancio, disminución del estado de ánimo, dolor de cabeza, insomnio, molestias digestivas, inquietud, etc.

Si examinamos las causas encontramos dos motivos principales:
- Desequilibrios hormonales: los niveles de estrógenos y progesterona varían a lo largo del ciclo, en la fase lútea se genera un gran ajuste que hace posible la menstruación. Este cambio no solo afecta al ciclo menstrual si no a todas las funciones relacionadas con estas hormonas, así causaría síntomas como la retención de líquidos, las molestias en las mamas o el ánimo cambiante.
- Contexto: la mayoría de los factores que afectan a la aparición y la intensidad del SPM tienen que ver con el estilo de vida: el estrés, la carga laboral, la existencia o no de rutinas, la alimentación, el deporte, el sueño, etc. En estos aspectos se centran la mayoría de los tratamientos y recomendaciones.
Si la gran mayoría de factores están relacionados con el estilo de vida y los signos le ocurren a la mayoría de las mujeres, ¿por qué utilizar el término “síndrome” (término médico que recuerda a enfermedad y patología)?
La patologización de las molestias premenstruales aparece antes de que se conceptualicen en manuales médicos en 1931 como “tensión premenstrual” y mucho antes de las nuevos términos incluidos en los manuales psicológicos.
En 1931 se eligió el término “Tensión Premenstrual” para hablar de “molestias emocionales cíclicas que aparecían días previos a la menstruación”. Este término fue utilizado primeramente en los manuales de enfermedades como “enfermedad del sistema-genitourinario” y a lo largo de los años se trasladó a los manuales de trastornos mentales bajo el nombre de “Trastorno disfórico del final de la fase lútea” o “Trastorno disfórico premenstrual” (TDPM). *Actualmente se realiza una distinción entre el SPM y el TDPM basada en la gravedad de los síntomas, si estos interfieren con la rutina y las actividades normales de la mujer se considerarían trastorno, si no, síndrome.
Antes de las definiciones médicas y psicológicas, cuando se hablaba de estos signos y cambios de ánimo se hablaba de histeria, locura de las mujeres, pérdida de la cordura y la templanza. No es de extrañar que fuera así, algunos de los signos como la irritabilidad, cierta agresividad o la impulsividad no eran propios de “una mujer en su sano juicio”, esas conductas transgredían las normas sobre cómo debían comportarse las mujeres y, por tanto, debían de estar locas o enfermas.
Actualmente, pese a que exista un avance y no hablemos de esa pérdida de cordura y templanza, seguimos medicalizando procesos como el embarazo o la menstruación y aún quedan comentarios, chascarrillos y “chistes” en la misma dirección: colocar a la mujer que no cumple con los roles establecidos como problemática y/o enferma. Esta tendencia sobre la conducta no normativa de las mujeres no es nueva ni exclusiva del malestar premenstrual, en nuestro artículo “Psicología Feminista: ¿Por qué es importante?” https://bit.ly/3D4s2la podéis encontrar otros ejemplos.
Respondiendo al título, ¿estamos entonces hablando de un síndrome existente? ¿es adecuada la nomenclatura? Ciertamente, el uso de la palabra síndrome en este caso puede visibilizar e incluir el malestar vivido por las mujeres en el panorama médico, permitiendo la investigación y búsqueda de soluciones y haciendo que una experiencia exclusiva de las mujeres sea tomada en consideración, se perciba como real y se busquen opciones. Sin embargo, consideramos que puede tener ciertos inconvenientes.
Para empezar, cuando etiquetamos este malestar como síndrome, de alguna manera nos estamos refiriendo a un estado interno, algo biológico, algo “roto” en nuestro organismo por lo que la solución pasará por curar o tratar los síntomas. Esto hace que prestar atención al contexto, a la carga de trabajo, la situación socio-económica o el momento vital de la mujer no sea relevante. Si el problema está dentro, ¿por qué mirar fuera? De esta manera restamos importancia a factores que, sabemos, son importantes y nos perdemos variables; no podemos observar correctamente qué está ocurriendo ni entender cómo mejorarlo.

Por otra parte, pese a que numerosas autoras consideran estos signos y malestar como normales y esperables dentro de un ciclo menstrual sano, los estamos considerando problemáticos y patológicos. Es posible que estemos problematizando vivencias normales y con ello, perdiendo la oportunidad de entender nuestro ciclo, observar nuestro cuerpo y ajustarnos a las circunstancias.
Porque… ¿qué ocurriría si tratáramos este malestar como un proceso normal? Probablemente necesitaríamos ajustar rutinas, ritmos de trabajo y de cuidados, exigencias del entorno y propias… En definitiva, adecuar los sistemas sociales y laborales y, esto, puede que sea más complicado y menos deseado que aplicar un tratamiento.
Con esto no negamos el padecimiento y el malestar que sufrimos las mujeres ni obviamos la existencia de síntomas graves e incapacitantes, si no que proponemos no centrarnos en una evaluación medicalizada, enfocándonos en todas las áreas que rodean al malestar premenstrual.
Teniendo todo lo anterior en cuenta, queremos ofrecer algunas recomendaciones generales:
- La primera y principal es: bajar el ritmo si es necesario mientras sea posible. Reducir las fuentes de estrés y aumentar el tiempo de ocio y autocuidado ayudará a disminuir las molestias físicas y mejorar el ánimo durante esos días.
- Promover la educación sobre el ciclo menstrual es una de las estrategias más recurrentes para mejorar estas molestias. La educación y la modificación de percepciones hacia la regla impacta sobre cómo vivimos estos signos y nos permite comprender los cambios que sentimos, observarlos desde el conocimiento y ajustarnos a las necesidades de nuestro cuerpo.
Procurar mantener una rutina adecuada a cómo nos encontremos que incluya descanso, movimiento adaptado y una alimentación que incluya tanto alimentos nutritivos como aquellos que disfrutemos.
Si los signos y el malestar que sufres son muy intensos y recurrentes, pide ayuda a los profesionales que pueden abordar este malestar desde las diferentes disciplinas involucradas (psicología, ginecología, fisioterapia de suelo pélvico, nutrición y dietética, ciencias de la actividad física…).

Referencias del artículo:
- Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM, quinta edición).
- Pabón Gómez, A. (2020). El Patriarcado Y La Patologización De La Mujer: Una Mirada Crítica Al Trastorno Disfórico Premenstrual. Revista, 6(2), 2020.
- Porta, G. (2006). Síndrome Premenstrual (SPM): Aproximación crítica. AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana, 1(1), 80–102. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=62310107
Escrito por Julia Cebrián