¡Spoiler!: suele salir muy mal.
Pues si nos roban la cesta, nos quedaremos sin nada.
Imagina tu vida como una mesa en la que cada una de las patas sobre las que se apoya representan un área vital:
¿Qué ocurriría si dejamos una gran mesa apoyada sobre una única pata?
De la misma manera, si nuestra pareja se convierte en la única o principal fuente de bienestar y dejamos cojas (o incluso decidimos prescindir) de otras patas de nuestra mesa, el miedo a perderla o a que deje de querernos cobrará progresivamente mayor protagonismo en nuestro día a día.
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de dependencia emocional?
Hablamos de un patrón conductual y, por tanto, aprendido a través de nuestras propias experiencias, las de otras personas y los valores y creencias que nos transmiten la sociedad y cultura en la que estamos inmersas.
Aprendemos a temer situaciones como la ausencia de nuestra pareja, que ésta tarde en respondernos, que haga planes de forma independiente en solitario o con otras personas…
Cuando hablamos de dependencia emocional, hablamos de emociones desagradables intensas como el miedo o ansiedad ante un posible rechazo o abandono, o la sensación de angustia intensa ante la soledad. Aprendemos a anticipar consecuencias muy desagradables ante la posibilidad de que la otra persona tome distancia, pues creemos que no podremos tener una vida plena sin él. El miedo a perderle es cada vez más grande.
Pero no pasa nada, porque nos han dicho que estás enamorada de verdad cuando temes perderle, que vivir en la tranquilidad no es amor.
Nuestra pareja se convierte en nuestra primordial fuente de bienestar, así que terminamos sorprendiéndonos a nosotras mismas llevando a cabo numerosos comportamientos de comprobación y reaseguración. Ante el miedo de perderle, de pasar tiempo a solas con nosotras mismas o ante la mínima posibilidad de que deje de querernos, nos reaseguramos constantemente de que la otra persona siga mostrando el mismo interés en nosotras: bien sea revisando en múltiples ocasiones el móvil para ver si nos ha respondido, hacer preguntas frecuentes para asegurarnos de que no se ha distanciado, llamarle con frecuencia a pesar de pasar mucho tiempo con él o haber hablado recientemente…
Lo que es más, dejamos de cultivar nuestra individualidad e independencia: empezamos a evitar pasar momentos a solas o dejamos de disfrutarlos tanto como antes, perdemos progresivamente el interés en ampliar nuestra red de amistades al margen de nuestra pareja, evitamos desarrollar hobbies o planes de ocio que no compartamos con esta persona…
De esta forma, le idealizamos cada vez más. Se convierte en “nuestro/a héroe/heroína, quien siempre nos salva y sin el que no podemos vivir.”
Nada nos hace sospechar a priori de los peligros de esta dinámica, pues estamos cumpliendo con las reglas que la sociedad nos ha enseñado:
- “Darlo todo por amor, porque si no, no es amor de verdad” y nos quedamos sin nada que dar en otras áreas de nuestras vidas.
- “Que no estamos completas/os hasta no tener a nuestra media naranja y, sólo entonces, seremos verdaderamente felices” y entonces no descubrimos el placer de los momentos a solas.
- “Que el amor es incondicional y todo lo puede” y así dejamos de percibir los signos de peligro, quedándonos en lugares que no nos hacen bien.
- “Que hay que sufrir y luchar por amor, porque solo así le querremos de verdad y seremos verdaderas merecedoras/es de su afecto” y así aprendemos que las relaciones son sufrimiento y sacrificio, en vez de bienestar y un lugar seguro que habitar.
- “Que el amor y, por tanto, esa persona de la que estamos enamorados, nos cambia la vida y nos salva de los problemas” y así navegamos como un barco a la deriva, esperando que la magia del amor solucione todo lo demás.
Nos educaron en el amor romántico como algo deseable: como ejemplo de lo que una relación debe ser, cómo debemos sentirnos, cómo debemos actuar y lo que debe suceder para considerarlo válido.
Estamos cumpliendo con lo que se espera de nosotras/os.
¿Por qué íbamos a preocuparnos entonces?
En un intento por cumplir con reglas artificialmente establecidas, a largo plazo nuestra vida se convertirá en esa gran mesa cuya única pata de soporte es nuestra relación: tambaleándose con facilidad en el momento en que ésta falle y pudiendo desmoronarse por completo. Así tendremos cada vez más miedo de perder a nuestra pareja (pues es nuestro principal apoyo) y seguiremos desatendiendo cada vez más otros aspectos vitales igualmente valiosos para nosotras/os.
Pero como en la vida nada es eterno, tampoco el amor lo es.
Así que te invito a reflexionar: Si el amor se acabara… ¿qué te queda?
Es esencial que nos cuidemos en este sentido para poder así construir relaciones sanas sin perder nuestra individualidad y autonomía.
Desde ÍTACO te acompañaremos a lo largo de este nuevo camino.
Referencias Bibliográficas:
Marroquí, M., & Cervera, P. (2014). Interiorización de los falsos mitos del amor romántico en jóvenes [Internalitation of fake myths related to the romantic love among young people]. Reidocrea, 3(20), 142-146.
Urbiola, I., & Estevez, A. (2015). Dependencia emocional y esquemas desadaptativos tempranos en el noviazgo de adolescentes y jóvenes [Emotional dependency and early maladaptive schemas in adolescents and youth dating relationships]. Behavioral Psychology/Psicología Conductual, 23(3), 571-587.
Kemer, Gülşah; Çetinkaya Yıldız, Evrim; Bulgan, Gökçe (2017). Emotional Dependency and Dysfunctional Relationship Beliefs as Predictors of Married Turkish Individuals’ Relationship Satisfaction. The Spanish Journal of Psychology, 19(), E72–. doi:10.1017/sjp.2016.78
Libro: Mujeres que ya no Sufren Por Amor: Transformando el mito romántico. Autora: Coral Herrera