Construyendo una vida propia

por Mar 22, 2022Blog, Feminismo0 Comentarios

Nos construimos en base a otros. La mirada de los demás, sus expectativas, sus demandas. Las mujeres estamos acostumbradas a cuidar y preocuparnos por los demás muchas veces anteponiendo esto a nuestros necesidades y deseos. La entrega a los demás desde la renuncia de lo propio. Los cuidados residen en nosotras de muchas maneras: en las relaciones de pareja, en la crianza de los hijos, en los cuidados de familiares dependientes, en las relaciones de amistad, etc. Además, estos cuidados suelen no ser valorados ni tenidos en cuenta, considerándolos lo natural, lo que se espera de nosotras. Incluso en muchas ocasiones vinculándose como algo negativo porque son valores propios vinculado a la experiencia doméstica de muchas mujeres históricamente. Sin embargo, los cuidados son esenciales para la vida de las personas y deben por tanto constituirse como una actividad humana, no femenina. Desde este punto de partida debemos entonces reflexionar sobre la necesidad de redistribuir la carga de los cuidados que soportamos las mujeres y abogar por la corresponsabilidad de estos.

El hecho de que las mujeres nos construyamos en muchas ocasiones a través de las demandas de los demás es lo que nos puede llevar a momentos en los que no sé quien soy, ni lo que deseo porque nunca me he permitido conectar con ello. Estamos tan acostumbradas al “lo que tú quieras”, “todo está bien”, que no nos hemos parado a experimentar como nos sentimos ante las diferentes opciones y tomar decisiones personales para generar un criterio propio. ¿Me gusta? ¿Me genera placer? ¿Me incomoda? ¿Me hace sentir mal? ¿Mis derechos personales no están siendo respetados?

No conectamos con lo que nos gusta porque a veces ni siquiera sabemos lo que es eso. “¡Haz lo que te apetezca, lo que tú quieras!”, parece sencillo, ¿no? Sin embargo, llevamos tanto tiempo moviéndonos desde intentar no sentirnos mal, desde las necesidades del otro que no sabemos lo que para nosotras tiene sentido. Por eso, lo primero, es ser consciente de las emociones que nos están moviendo en nuestra vida. ¿La culpa por hacer sentir mal a otro? ¿La ansiedad por lo que otras personas puedan pensar? Empecemos a hacernos estas preguntar porque el primer paso es identificarlo. Necesitamos empezar a crear nuestro criterio propio, tomar aquello que tiene relevancia para nosotras de manera que nos sirva como brújula para saber hacia donde me quiero dirigir y que pasos tengo que dar para conseguirlo.

(Contiene spoilers) Un ejemplo de esto lo encontramos en la protagonista de la película La Boda de Rosa. Nuestra protagonista, Rosa, lleva toda su vida anteponiendo las necesidades de los otros en su vida. Vemos primero la explotación en su contexto laboral donde la exigen numerosas tareas fuera de su horario laboral y de las responsabilidades que le corresponden. Además de esto, tenemos una familia difícil de llevar en la que los hermanos no asumen las tareas correspondientes al cuidado de su padre, el cual ha decidido de manera independiente a lo que opine Rosa, que se va a mudar con ella.

Además, nuestra protagonista es madre, y aunque su hija está lejos, la preocupación por ella es una variable constante en su vida. Pero en un momento todo esto cambia: Rosa hace clic y se da cuenta de toda esa carga que tiene a sus espaldas y decide dejarlo todo y replantearse su vida. La reacción por parte de su entorno es pensar que “está loca” (¿Nos suena?). La familia de Rosa da por hecho que ella siempre tiene que estar ahí, sin pararse a pensar si ella realmente quiere estar siempre ahí para todo el mundo. Una reacción muy típica cuando empezamos a establecer límites a los demás y no están acostumbrados a ello. Todo esto le lleva a hacer un compromiso con ella misma en una ceremonia en la que decide casarse con ella misma:

“Prometo respetarme, cuidarme, prometo escucharme, prometo perdonarme, prometo hacer lo que me haga bien a mí, prometo preguntarme a mi misma primero antes que preguntar lo que quieren los demás, prometo llevar a cabo mis sueños y mis deseos, prometo quererme con todo mi corazón todos los días de mi vida. También quiero renunciar a poner mi felicidad en manos de los demás. Y, por último, renuncio a ser obediente”.

Quizás debemos establecer los cuidados como una cualidad valiosa pero no inherentemente femenina, y encontrar el equilibrio entre aquello que es importante para nosotras y lo que estamos dispuestas a dar por los demás.

Bibliografía:

  • Ética del cuidado – Angelica Velasco Sesma (Ser feministas: Pensamiento y acción)
  • La vida de Rosa – Icíar Bollaín
  • Una habitación propia – Virgina Wolf