Cinco pequeños grandes consejos para gestionar tu tiempo
La dimensión temporal ha constituido para la humanidad, desde sus inicios, una fuente de fascinación, investigación y retos. La percepción relativa del tiempo, de su avance, depende estrechamente de nuestra consciencia, de nuestra atención y percepción y, por ende, de la respuesta emocional asociada a las vivencias experimentadas. Es común identificar fácilmente la diferencia entre diversos momentos en función del disfrute que estemos experimentando – la familiar sensación de que algo “se me hizo cortísimo” frente al “pensé que no acabaría nunca”.
En este marco relativo se desarrolla nuestra vida: a pesar de conocer su naturaleza inaprensible, tratamos constantemente de manejar el tiempo. Con la imaginación viajamos al pasado y al futuro, planteamos objetivos en distintos plazos y materializamos actividades en el momento que percibimos como real para poder alcanzarlos. Deseamos, en ocasiones, alargar el tiempo o comprimirlo. Y naturalmente también tenemos con mucha frecuencia la sensación de estar perdiéndolo.
En relación a esto último constituye una demanda muy común en el campo de la modificación de conducta el deseo de aprender a manejar mejor el tiempo. Del mismo modo que otros aspectos del desarrollo personal, la gestión del tiempo supone el aprendizaje de una serie de habilidades diferentes vinculadas a aspectos como el autocontrol emocional, la capacidad de planificación o la propia construcción de la identidad.
Por ello cada problema puede involucrar el trabajo con un área distinta y específica, si bien existen conjuntos de competencias que podemos relacionar de manera general con el manejo del tiempo. Atendiendo a ellos os proponemos los siguientes consejos para mejorar en este ámbito:
- Si crees que el tiempo se te escapa de las manos, analiza. Detente a identificar en qué situaciones o actividades estás invirtiendo realmente tu tiempo o experimentando distracciones.
Cómo:
- Puedes llevar un estudio durante una semana de las actividades que realizas diariamente para averiguar a cuáles dedicas más tiempo, qué disfrutas más o cuántas podrías redistribuir.
- Para una evaluación de distractores específicos durante el desarrollo de una actividad en tiempo real, realiza un registro temporal: dibuja dos sencillas columnas y coloca en una la actividad y la hora a la que la iniciaste. En otra, ve anotando las distracciones según estas ocurran: este ejercicio te dará valiosa información sobre las pequeñas fugas atencionales que debemos minimizar.
- Controla los estímulos distractores. Tanto si sólo sospechas que podrías estar entrando demasiadas veces en Instagram o Youtube cuando en realidad tendrías que estar terminando esa tarea, como si tienes completa seguridad de ello, la opción más ventajosa es anticiparnos y cambiarlo.
Cómo:
- Aumentando el coste de ejecución de la actividad: es muy sencillo hacer click sin percatarme en un icono que está frente a mí. Diferentes opciones para cambiar esto van desde esconder los iconos o eliminar los accesos directos, desactivar la red temporalmente si no es necesaria para la tarea, activar el modo avión del teléfono o dejarlo en otra habitación.
- También nos ayudará a controlar la atención despejar visualmente el entorno de trabajo y/o estudio, eliminando aquellos elementos que puedan conectar con pensamientos distractores – por ejemplo, fotos o recordatorios de otras tareas.

- Planifica de forma estratégica. Anticipar el abordaje de una tarea y calibrar el tiempo que nos tomará y el mejor momento para llevarla a cabo es una labor más costosa que iniciar una actividad espontáneamente, pero también favorece una mejor ejecución.
Cómo:
- Descomponiendo la actividad: un todo abrumador resultará más cómodo si me detengo a examinar qué tareas más cortas y concretas lo componen.
- Estimando los tiempos de manera ajustada: calcular cuánto nos llevará una tarea será más sencillo llevando a cabo el paso anterior y concretando, pero también nos ayudará, de nuevo, observar. ¿Cuánto tardo en condiciones normales en realizar esa tarea? Si nunca lo he hecho, preguntar a personas que tengan experiencia me ayudará a tener un dato realista del que partir. Posteriormente podremos emplear nuestras propias mediciones.
- Eligiendo el mejor momento: mejoraremos nuestro desempeño en ciertas actividades si las planificamos teniendo en cuenta otros factores además de la estimación temporal, como la interferencia con otras tareas, el nivel de energía que tengamos o las posibles emociones que estemos experimentando en ese momento.
- Afronta en lugar de pensar. Anticipar una tarea tediosa o desagradable, sentirnos mal y aplazarla -hasta que las circunstancias nos fuerzan a quitárnosla de encima sin remedio, en mitad de una tempestad de emociones negativas- es la perniciosa esencia circular de la procrastinación. Identificarla y corregirla para disminuir su frecuencia probablemente sea de las cosas más útiles que aprendamos conscientemente.
Cómo:
- Identificando los momentos de pensamientos anticipatorios negativos en relación a la tarea y apartándolos, centrando la atención en el comienzo de la tarea.
- Anticipando emociones positivas asociadas a la actividad: las sensaciones de logro, satisfacción o calma imaginándonos al terminarla resultarán decisivas para completar el paso anterior y empujarnos a la tarea.
- Ajusta expectativas: la perfección hace referencia a un modelo inalcanzable, por lo que conduce irremisiblemente a diferentes problemas tales como la dificultad para saber cuándo dar algo por terminado, la sobrecarga de tareas, la frustración y el bloqueo, entre otros.
Cómo:
Exponiéndonos -de manera individual o con ayuda profesional- a una exigencia razonable y aceptándola tanto en el planteamiento como en el desarrollo de las tareas nos permitirá relajarnos, disfrutar de más momentos de disfrute y, gracias a esto, desempeñarnos mejor en las mismas.

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